Por Guillermo Cherashny.-

La detención de Amado Boudou, el ex vicepresidente, se dio en el marco de severos cruces entre el Gobierno macrista y la Justicia, que viene de hace tiempo, pero que estallaron el lunes cuando el presidente acusó a los jueces de largas licencias y altos sueldos, quizás cobrándose viejas facturas cuando la Corte Suprema le dio la razón a Córdoba, Santa Fe y San Luis en sus reclamos por la coparticipación y también cuando le mandaron para atrás las actualizaciones tarifarias.

A esta bronca del presidente se le agregan los ataques de Lilita Carrió contra Lorenzetti y los abogados Fargosi y Lipera, cercanos al gobierno, que exigen auditorías a todos los juzgados federales, entre ellos denunciaron al juez federal Ariel Lijo por cajoneo de causas y quizás éste respondió con la detención sorpresiva de Amado Boudou. Antes de eso, el juez Claudio Bonadío criticó al presidente al decir: «empezamos mal», en referencia a la crítica sobre las ferias judiciales.

Así como el gobierno festeja cada detención de un funcionario K, porque le da aire y le sirve para ganar elecciones, los jueces federales se dieron cuenta que cuando son cuestionados pueden suavizar sus cuestionamientos deteniendo a un alto funcionario K, de modo que se ha conformado una bola de nieve que está preocupando al propio presidente porque, a este ritmo, habrá un clamor popular para que detengan a la ex presidente, lo que sería un incordio para Macri, porque facilitaría la unificación peronista.

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