Por Carlos Tórtora.-

El peronismo en su conjunto está pendiente de que CFK confirme o no su candidatura a senadora nacional por Buenos Aires. La diferencia entre una y otra opción es grande. En el primer caso, hay espacio para la fragmentación del voto, porque ni Florencio Randazzo, Sergio Massa o hasta Mario Ishii pueden hacer mucho más que sumar facciones del PJ bonaerense, pero sólo ella puede acercarse a un reagrupamiento de la diáspora peronista.

La ex presidente sabe que su 30 por ciento en algunas encuestas la pone cerca de ganar pero que ése es su techo: no hay indecisos que piensen en votarla. En cambio, el macrismo cuenta con una reserva importante de indecisos. Ella tendría como objetivo central disputarle a Macri la presidencia en el 2019 y una derrota contra el PRO ahora, aunque fuera honrosa, la convertiría en una perdedora. Por eso, en sus oficinas de la Fundación Patria se tejen fórmulas para que se convierta en la “madre” de la victoria sin exponerse. Por ejemplo, una construcción que demuestre la unidad K bajo su batuta. Esto es, que Randazzo y Verónica Magario integren el tándem para senadores nacionales y que Martín Insaurralde sea el primer candidato a diputado nacional. De este modo se alinearían los dos mayores distritos de la provincia -La Matanza y Lomas de Zamora- junto con el disidente K de mayor relevancia, Randazzo. Pero justamente la aceptación de éste es el problema más serio. El ex ministro de Interior y Transporte está pulseando con Insaurralde porque ambos quieren ser candidatos a gobernador en el 2019.

Massismo y properonismo también en crisis

A todo esto, los intendentes, que en su necesidad de no perder la próxima elección fueron los principales motores del resurgimiento de Cristina, van y vienen tratando de estar preparados para un escenario tanto de fragmentación como de polarización del voto peronista.

Un caso paradigmático es el del alcalde de Ezeiza, Alejandro Granados, que sin disimulos reporta a María Eugenia Vidal. Pero simultáneamente Granados consiguió que su mujer, Dulce, se alinee con CFK y, para completar, que el presidente del Consejo Deliberante local y su mano derecha, Jorge Amarilla, le reporten a Randazzo. Este escenario de confusión no es exclusivo de los caciques kirchneristas. Ayer, Massa desembarcó en Florencio Varela de la mano del dirigente de UOCRA Juan Olmedo, uno de los más salpicados por los escándalos que sacuden a ese gremio. Según algunos, acosado por la falta de fondos de campaña, el líder renovador estaría cayendo en una dependencia cada vez mayor de la estructura gremial. Al mismo tiempo y como ya ocurriera en la campaña anterior, el comando electoral massista es una bolsa de gatos. No son pocas las críticas que caen sobre Graciela Caamaño, porque supuestamente promueve dirigentes sin ningún peso ni prestigio. Malena Galmarini también arremete contra la esposa de Luis Barrionuevo y hay serias dudas de que las cosas puedan continuar como están.

No menos turbulenta es la situación de los dirigentes peronistas que le reportan al PRO.

A Jaime Durán Barba se le adjudica la postura de que “si los votos peronistas se los va a llevar Cristina para qué queremos cargar con las figuras quemadas del PJ”. Uno de los blancos de este incipiente resurgimiento del macrismo antiperonista es Gerónimo Momo Venegas, que presiona para que le den una candidatura a diputado nacional al hijo de Saúl Ubaldini.

Así es que desde la Casa Rosada se impulsa una campaña contra el trabajo esclavo que apunta contra el líder de UATRE entre otros. La lista de perjudicados por el resurgimiento de CFK incluye al ministro de seguridad provincial Cristian Ritondo, que acaba de ser excluido del reparto de créditos y otras herramientas electorales que están siendo gerenciados por el Jefe de Gabinete de Buenos Aires, Federico Salvai, y el ministro de gobierno, Joaquín de la Torre. Para Macri, los peronistas sólo son bienvenidos al calor de la alfombra roja si traen votos.

Share