Por Carlos Tórtora.-

El gigantesco esfuerzo del PRO por ampliar su base electoral en Buenos Aires cooptando caudillos peronistas tiene un talón de Aquiles incontrastable. A diferencia de las demás fuerzas, que cuentan con candidatos a senador nacional que son altamente competitivos como CFK, Sergio Massa y Margarita Stolbizer, el macrismo carece de una figura que garantice un piso de votos importante. Jorge Macri no pasa de 5 puntos y el descenso de la imagen positiva de su primo presidente no lo ayudó últimamente. Elisa Carrió es la figura que más suma, con 13 puntos, pero sólo es la mitad de lo que mide Cristina Kirchner. Carrió tiene todas sus ambiciones colocadas pero la contradicción es obvia: su discurso inevitablemente ahuyentará al electorado peronista en su conjunto.

La idea -muy PRO- de candidatos nuevos como los ministros de educación Esteban Bullrich y desarrollo social, Carolina Stanley, son excelentes en el laboratorio pero chocan con la realidad social. Su nivel de conocimiento es bajísimo.

Un criterio simplista se refugia en que con María Eugenia Vidal haciendo campaña puede ganar hasta un desconocido. Pero esto es técnicamente un disparate, ya que está demostrado que los votos no se transfieren. O sea, que la gente vota al candidato no a su sponsor.

Esta verdad probada para los consultores vale también para otro proyecto de probeta: lanzar a la búsqueda de la senaduría a la primera dama Juliana Awada, a la que Macri debería transferirle sus votantes. El riesgo en este caso es altísimo, si fuera por caso derrotada por CFK.

Como para pensarlo dos veces

Tal como está la cosa, hasta la misma Vidal estaría reflexionando sobre su anuncio de que cargará con la campaña sobre los hombros. Si la elección terminara en derrota o simplemente la cosecha de votos fuera floja, el mito de la gobernadora invencible quedaría vulnerado y se diluirían sus chances de reelección (y también las presidenciales). Por eso Vidal empieza a exigir que aparezca un candidato ganador per se, a lo que no llega ninguno de los intendentes o legisladores del PRO ni sus aliados peronistas.

El tiempo le corre así en contra al gobierno, donde reina el convencimiento de que Sergio Massa no se presentará, lo que amplía algo el posicionamiento de CFK.

La personalización extrema a la que llegó la política, donde ya casi no cuentan los partidos, esta jugándole una mala pasada al oficialismo, que tiene todos los elementos para ganar menos el más fundamental: un nombre.

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