Por Sebastián Dumont.-

La revolución de los coroneles se llamó en algún momento el proceso que encabezó Sergio Massa para formar una alternativa política que estuviera cimentada en los intendentes. Allí surgió el Frente Renovador que, con algunos componentes diversos, logró ganar las elecciones en 2103 y frenar la idea de reforma constitucional que había esbozado el cristinismo. Ahora, desde un sector del peronismo que aun mantiene lazos con Cristina Fernández de Kirchner han decidido hacer “massismo tardío” e intentar cimentar con los alcaldes de todo el país una liga que pueda tallar en la discusión política e institucional. Quien se puso al frente de la movida es Jorge Capitanich, ahora intendente de Chaco y uno de los que sueña con presidir el Partido Justicialista en el orden nacional.

Néstor Kirchner puso en relieve, durante su gobierno, a la adormecida Federación Argentina de Municipios. Un entramado que nunca había tenido

demasiado protagonismo y que el ex presidente controló con delegados suyos. A presidirla en el orden nacional puso al intendente de Florencio Varela Julio Pereyra y la sucursal bonaerense recayó en Alberto Descalzo. La “Tota” y la “Porota” como solía llamarlos Kirchner a quienes hacia esperar durante varias horas en la antesala de sus despachos para atenderlos.

El rol de los intendentes siempre fue un esquema a seguir de cerca. Con Duhalde primero y luego Kirchner que decidió entablar relación directa con ellos para entregar lo más preciado que era la obra pública según sus alineamientos y con el objetivo de vaciar de poder al gobernador de turno. Primero fue a Felipe Solá y luego a Daniel Scioli. Lo que nunca entregó el kirchnerismo fue la posibilidad, a diferencia de Duhalde, de poder tallar en serio en el armado de las listas. Los entretuvieron con algo de caja y mucho de promesas.

Por eso, la irrupción de Massa y un grupo de intendentes causó revuelo en 2013. Aunque a decir verdad, primero se armó el grupo de los 8 en 2010 y sólo uno de ellos decidió enfrentar al kirchnerismo en aquel entonces. Fue el ex intendente de Malvinas Argentinas Jesús Cariglino, que después fue también parte del Frente Renovador. Lo novedoso de esa construcción fue que armaron un partido y le ganaron al gobierno. Como muchas veces CFK pedía. “Si no están de acuerdo, armen un partido, vayan a elecciones y ganen”. Eso hicieron.

Desde allí el rol de los alcaldes cobró otra notoriedad. Aunque las pujas propias de los mismos intendentes provocaron las dificultades de ascenso del massismo. Con un alto grado de responsabilidad de quien lo conducía, quien entendió que era más redituable armar un frente mostrando a Lavagna y De La Sota que enfrascarse en los caprichos de Darío Giustozzi.

Ahora, que el Frente para la Victoria perdió la nación y muchas provincias, sobre todo la de Buenos Aires, los intendentes buscan recobrar el protagonismo que antes cedieron. Salvo las honrosas excepciones. De aplaudidores de lujo quieren pasar a ser los garantes de ciertas peticiones. Por eso se reúnen en el Chaco para diseñar estrategias. Hasta allí prometen llegar varios bonaerenses con aspiraciones a futuro como el caso de Martín Insaurralde. Al marido de Jésica Cirio lo apuntan como uno de los ordenadores de la nueva camada con sed de reflotar su plan gobernación.

Sea como fuere, ahora apurados por la nueva realidad, los alcaldes buscan revalorizar su rol y no quieren quedarse afuera de las negociaciones por el poder real. En la provincia probaron que es posible cuando se discutió el presupuesto y ahora van por más. Federico Salvai y Cristian Ritondo suelen ser sus interlocutores predilectos.

Es evidente que la huella de Sergio Massa, guste o no, ha marcado un rumbo. El tema es saber si estos jefes comunales están haciendo un “massismo tardío”.

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