Por Carlos Tórtora.-

El gobierno juega una apuesta muy alta en los próximos 45 días. Debe ganarle la carrera a la variante Delta para evitar una nueva ola con el correspondiente pico de casos y evitar además que el tema impacte negativamente en la campaña electoral. La carrera oficial es entonces para conseguir que puedan ser vacunados con la segunda dosis la mayor cantidad posible de personas. La variante Delta se expande en los no vacunados y los vacunados con una dosis. En este punto los números son lapidarios. Se vacunaron a la fecha con una sola dosis 23.667.907 personas y apenas 5.976.447 con dos dosis, es decir, un 12% de la población. La comentada carta de la asesora presidencial Cecilia Nicolini al presidente del Fondo Ruso de Inversión Directa (RDIF), con su carga de tensión, revela que la Casa Rosada no se siente segura de contar con una cantidad de segundas dosis lo suficientemente contundente como para frenar la probable expansión de la variante Delta, Hasta ahora, Delta no muestra una circulación comunitaria y se limita a unos 50 casos. Pero ya en Brasil exhibe una mayor expansión y en general los analistas dan por descontada su circulación en Sudamérica. Así las cosas, hay una carrera en la cual la vacunación con dos dosis compite con la expansión de Delta. Si ésta alcanza circulación comunitaria con un porcentaje ínfimo de vacunados con dos dosis, podría registrarse un aumento importante de las muertes.

Oposición blanda

Semejante cuadro impactaría negativamente en la tendencia de los votantes, sobre todo en los sectores que votaron por el Frente de Todos en el 2019 y que ahora amenazan con descolgarse del bando oficialista. En otras palabras, el gobierno necesita imperiosamente que Delta demore su circulación o que las segundas dosis lleguen cuanto antes, o ambas cosas juntas. La designación del Ministro de Salud de Buenos Aires, Daniel Gollán, como segundo candidato a diputado nacional por Buenos Aires, sumada al ascenso de su segundo Nicolás Kreplak a ministro, marcan a las claras que el gobierno no hará rectificación alguna de su estrategia contra la pandemia y que defenderá a libro cerrado todo lo actuado.

Pero en materia de campaña electoral, el oficialismo tiene suerte. Horacio Rodríguez Larreta, durante todo el 2020, adhirió a la política sanitaria de Alberto Fernández y se sentó junto a éste en numerosas presentaciones públicas. Recién este año el larretismo dio un paso al costado y planteó sus diferencias -sobre todo con respecto a la enseñanza virtual-, lo que implica que poco podrán criticar Diego Santilli y María Eugenia Vidal las decisiones del kirchnerismo. Fue precisamente el año pasado cuando el gobierno nacional eligió vincularse a AstraZeneca y el instituto Gamaleya, sin prever que los rusos tendrían que priorizar el abastecimiento de su mercado interno y que AstraZeneca no cumpliría ni remotamente su contrato de suministro. Ahora, en el terreno electoral, los mayores cuestionadores de la política sanitaria oficial, Mauricio Macri y Patricia Bullrich, son los perdedores de la interna del PRO, donde las palomas hicieron valer el peso de controlar la administración porteña.

Pese a contar con candidatos opositores no muy punzantes y comprometidos con las decisiones del gobierno -salvo excepciones como Graciela Ocaña-, al kirchnerismo le sería muy difícil remontar la campaña si la curva de fallecimientos vuelve a subir.

Así es que Alberto y Cristina pueden pagar en el 2021 los graves errores cometidos en el 2020.

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