Por Guillermo Cherashny.-

Ya señalamos que es prácticamente imposible que Julio de Vido se autoincrimine, siendo que les dio obras públicas, subsidios energéticos y beneficios en el transporte a Franco Macri, Nicolás Caputo, Angelo Calcaterra y Marcelo Mindlin, mediante el pago de coimas, porque está claro que ninguno de estos «trabajos», para llamarlos de alguna manera, lo incriminan en la figura penal de cohecho pasivo. Pero el ex ministro de planificación podría hacer trascender esos «negocios» a través de Roberto Navarro y Horacio Verbitsky o en Página 12, en cuyo caso se abrirían causas penales y se estaría ante un «lavajato» argentino.

Ante esa posibilidad, Lilita Carrió declaró que una cosa son los funcionarios corruptos como De Vido y otra cosa «los empresarios que fueron obligados por el ahora detenido a darle obras a cambio de coimas». En este caso, «los empresarios, para no echar obreros, empleados o ejecutivos, tuvieron que aceptar, para no tener que echarlos», concluyó la victoriosa diputada.

Esta afirmación resulta pueril, ya que Julio de Vido no inventó las coimas en las obras públicas en la Argentina, sino que esta operatoria corrupta arrancó en la dictadura de Onganía en 1966 y se perfeccionó después del golpe de 1976, donde se iniciaron muchas obras para el mundial de fútbol y el brigadier Cacciatore hizo obras públicas en la Ciudad, en las que se destacó Franco Macri y sobre los fines del proceso, cuando el actual presidente y su padre compraron terrenos en Nueva York que finalmente tuvieron que vender a Donald Trump porque la familia Gambino de la mafia ítalo-americana estaba asociada al magnate hoy presidente de los Estados Unidos.

Durante el gobierno de Alfonsín, la Cámara de la Construcción «arregló» con la Junta Coordinadora las pocas obras que se hicieron, como el gasoducto Loma de la Lata. Pero durante el menemismo fue Roberto Dromi quien repartió obras públicas a la mesa chica de la Cámara de la Construcción y nadie los obligó a pagar coimas, sino que el pedido era de doble vía, es decir, o pedía el ministro u ofrecían los constructores.

Esto quiere decir que Julio de Vido no extorsionó a nadie para que la paguen coimas. Más bien las pagaron con gusto, sobrefacturando las obras como autopistas, peajes, represas energéticas o compras al exterior de gasoil o GNL. Es más, tanto los K como los empresarios de la CAC se la llevaron en pala y da de sobra para un lavajato argentino. De ahí el miedo de los papeles secretos de Julio de Vido, el preso que puede tener en jaque a la democracia argentina.

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