Por Ignacio Zuleta.-

Carrió contra la endogamia Pro y el egoísmo radical: no quiere ser candidata, salvo que sea necesario • Necesario quiere decir provincia de Buenos Aires • No es necesario que compita por la senaduría • Cree que es la gran electora y que hay mejores formas de aprovechar su poder que ejercer una banca en el Congreso • No cree que la elección 2017 la decida la economía • Entiende que la clave es la seguridad • La interna oficial es hoy entre el Pro-línea fundadora y los inversores de riesgo con los que formó Cambiemos y ganó las elecciones • Se siente blanco de operaciones de radicales • Por eso volcó los tantos para sostener al procurador Balbín

La jefa de la Coalición ha abierto su Puerta de Hierro, en donde recibió hace pocas horas a los escuderos del Pro-Línea Fundadora, que se debaten en tensiones preelectorales con los socios, inversores de riesgo, con quienes forman la liga Cambiemos, que gobierna con Mauricio Macri. Esas dos alas -los socios fundadores y los aliados como la UCR, que se acercaron a la coalición buscando algún retorno de la inversión- se debaten en la disputa de fondo de la alianza de gobierno. Elisa Carrió asumió el papel que ha tenido en otras oportunidades en coyunturas políticas fuera de eje: cree que debe actuar por encima de las dos fracciones, para asegurar el objetivo que la llevó, a ella y a su fuerza, a sumarse a Cambiemos. “He entregado todo por este proyecto, me he quedado con cuatro diputados, pero se ha salvado esta coalición”, te dice cuando le preguntás sobre ese método, que no es otro que delegar poder para que crezca en el conjunto.

En lo personal, transmite señales que bajan del rigor en la descripción del método, a la llaneza cotidiana: me he jubilado, termino mi casa, que quedan cuotas, cobré la indemnización que me debían.

Carrió recibió el miércoles por la noche a los comisarios políticos del Pro, el grupo que tiene la confianza suprema de Macri en materia política: Horacio Rodríguez Larreta, María Eugenia Vidal, Mario Quintana y alguno más. Estaba invitado Fabián Rodríguez Simón, que faltó porque en esas horas el asesorísimo hacía una corta escala en Buenos Aires, entre Cumelén -en donde recibió el nuevo año cerca de Macri- y Nueva York, donde estará hasta fin de mes. Tampoco pudo ir el otro integrante del equipo de enlace del gobierno con la anfitriona, José Torello, que estaba en esas horas en los Estados Unidos.

Ese grupo es el responsable de la estrategia en Buenos Aires, donde el oficialismo juega la batalla principal de sobrevida hacia 2019. Hoy el signo es capturar peronistas sueltos en donde los haya -y sin tomar examen de kirchnerismo- aun a riesgo de herir la alianza con los radicales y otros inversores de riesgo de Cambiemos, como el ala legislativa que comanda Emilio Monzó.

En esa cita en torno a un chanchito, en la casa que Carrió alquila en Exaltación de la Cruz, ella hizo una síntesis de su proyecto:

Es necesario ponerse por encima de la “endogamia” del Pro y del egoísmo de los radicales.

Es necesario que Cambiemos gane las elecciones legislativas en Capital, Buenos Aires, Santa Fe y Mendoza, porque en Córdoba empatamos.

No quiero ser candidata a nada. Creo que mi rol es otro, ordenador, acompañar la campaña nacional, y para eso no necesito ser candidata ni ser diputada. Pero si soy necesaria para ganar, seré candidata. Como el riesgo es mayor en Buenos Aires, el mensaje es claro: está dispuesta a ser candidata en Buenos Aires.

Cuando habla de la endogamia del Pro, se refiere, claro, a Jorge Macri, sobre quien no ahorra reproches. El primo intendente de Vicente López es hoy candidato de sí mismo, y está en todos los proyectos del oficialismo. Tiene un rol central en la administración Vidal, como responsable máximo del Banco Provincia. Este paquete lo convierte en un referente inconfundible de Mauricio, que lo avala como avala también al tándem Vidal-Rodríguez Larreta. Estos son los responsables de la estrategia en Buenos Aires que bombardea, entre otros, Monzó.

El jefe de los diputados espera en el Uruguay el llamado de Macri para discutir esa planificación de campaña, la que según él, puede resentir las chances electorales del oficialismo. Llamó hace rato a una ampliación de Cambiemos, apoyándose en dirigentes del peronismo que pueden mover bolsones de votos, como Julián Domínguez o Florencio Randazzo, y hasta Sergio Massa, a quien lo une una relación personal que no han quebrado las diferencias políticas. Este llamado a una ampliación lo simula Vidal acercando nombres del kirchnerismo residual, como Mario Ishii o Alejandro Granados, del massismo disidente, como Joaquín de la Torre, y sacándose fotos con Eduardo Duhalde. Para Monzó es reproducir en sainete un libreto que él pensó para coro y gran orquesta.

De La Plata le responden que con el llamado a estos peronistas de gama media y baja, que no tienen el poder que tuvieron con el kirchnerismo, pero a quienes le han entregado las obras públicas y la política de vivienda, Vidal logrará la victoria electoral este año. Eso divide al peronismo, debilita a la oposición, y crea el escenario ideal para un triunfo, aunque ajustado.

El punto de apoyo de esas presunciones es que el peronismo de Buenos Aires ha quedado condenado a Cristina de Kirchner. Al menos, se ve por el resultado del congreso de La Matanza de esa formación. Allí el kirchnerismo que maneja Fernando Espinoza logró desbaratar los intentos de otras tribus, como las órdenes que mandó Randazzo, de depurar de cristinismo el partido. Randazzo, que sigue en la clandestinidad, había pedido que se lo apartase Eduardo de Pedro como apoderado y que hubiera un documento opositor, pero moderado y sin reivindicaciones tóxicas. No ocurrió nada de eso: De Pedro sigue, y encima redactó el documento, que reivindica a Cristina y además defendió a Milagro Sala. En La Plata festejan este triunfo del kirchnerismo, porque divide más al peronismo, y alimenta la dialéctica de campaña de Cambiemos, que será la puja entre lo nuevo, y el pasado ominoso.

Para el oficialismo provincial La Matanza un depósito de cadáveres (políticos) y nada mejor que pegar a ese retablo al resto del peronismo. En el congreso del PJ los intendentes cruzaron información de encuestas y nadie tenía a dupla Cristina-Scioli con menos del 30% en el conurbano. Con eso le bastó al cristinismo para apoderarse de la referencia del resto, dispersado y sin jefe que los junte. No hay vía intermedia, y eso alimenta la idea que tiene el gobierno, de que Randazzo no será candidato, y que esperará en su casa el resultado electoral para mover. No es que Randazzo sea tan importante -es difícil- cree que ahora va a ser más importante que hace dos años, cuando era ministro estrella y manejaba millones de caja. Pero es uno de esos sueños recurrentes del peronismo; hay gente que está sola y lo espera como si tuviera futuro.

Si el compromiso de Carrió es ser candidata por Buenos Aires, piensan en esas mesas que puede encabezar la lista de diputados nacionales. Ella responde: si es necesario… Insiste en que su poder está en otro lado, que no pasa por una banca, y que la fuerza la tiene en su relación con el público. No le molesta estar en el llano. En 2007 llegó a renunciar a la banca que había ganado en 2005 por Capital, para enfrentar un juicio de un empresario, que además ganó.

Carrió está dispuesta a ejercer el rol de gran electora, que deposita en ella el oficialismo. Para eso el desprendimiento del poder es una herramienta eficaz, en una colectividad política que cree no tiene esclarecimiento sobre cuestiones de fondo. Confía, en público y en privado, en Macri, a quien pondera porque es un hombre capaz de rectificarse y revisar posiciones. Ella cree que eso contribuyó a que el año legislativo fuera exitoso para un oficialismo en minoría. “Y cuando nos fue mal – dice -, como ocurrió con Ganancias, quedamos demostrando que se acabaron los atropellos. Lo de Camaño cerrando el debate fue inconcebible”. Cree además que eso dividió aguas: que Sergio Massa apareciese festejando en voto en diputados, de la primera versión de Ganancias, que era de Axel Kicillof, le hizo perder ocho puntos en la estimación del público en las encuestas. “Los inversores me preguntaban cómo seguía esto, dice Lilita, y yo les dije que iba a salir bien, aun con veto en Ganancias, aunque fuera parcial. Pero como se dieron las cosas, igual fue bueno por lo político”. El resultado del año es, dice, casi un milagro.

Por esta confianza en Macri es que Carrió atiende en persona y les da comer a estos Pro-Línea fundadora. También porque no está de acuerdo con el oficialismo, en que la elección de este año la decide la economía. “Esta elección la decide la seguridad”, le dijo a la mesa del miércoles.

Esa estrategia en la provincia de Buenos Aires lastima a otros socios como los radicales, de cuyo “egoísmo” se protege Carrió en conversaciones en la cúpula. Se quejó la noche del miércoles, de ser víctima de campañas de radicales. Se refería al envión que lanzaron algunos hombres del gobierno contra el procurador del Tesoro Carlos Balbín. Se lo anotó en la estela de cambios que seguirían a la salida de Alfonso de Prat Gay, pero Carrió reaccionó con una fuerza inusual: “entonces nos vamos los dos”, dicen haberle escuchado. Carrió, al entender que algunas noticias sobre la salida de Balbín movilizaban una campaña contra ella, con origen radical, llamó a la Casa de Gobierno y logró la inusual foto del día de los inocentes. Sin que nadie explicase nada, se difundió el 28 de diciembre una foto de Balbín en una mesa en la que estaban Marcos Peña, Germán Garavano, Mario Quintana, el jefe de asesores José Torello, y el asesor Rodríguez Simón. Se la justificó en que debía recibir el apoyo de la cúpula del gobierno.

Lo que la foto no transmitió, fue la virulencia del diálogo entre los funcionarios, que se rindieron ante el procurador y su defensora Carrió, con el argumento de uno de los presentes, que confesó ser el responsable de esas filtraciones a la prensa: creíamos que te querías ir. Balbín es el abogado del Estados en juicios grandes y chicos, eludió la firma de las apelaciones a la Corte en el tema tarifas, porque había advertido sobre la necesidad de las audiencias que el Ejecutivo había ignorado. Balbín es autor de un tratado de derecho administrativo, que tiene una última edición en 2015, en el que sostiene esa posición que ha elaborado durante décadas como jurista y académico.

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