Por Guillermo Cherashny.-

Carrió sigue sumando contrincantes a la «avivada» de querer ser presidente de la comisión bicameral de seguimiento del ministerio público. Disparó ayer contra el ministro Garavano, quien declaró que sería mal visto que una ex presidente sea detenida y que no hay que abusar de la prisión preventiva en proceso de instrucción. Pero vayamos por partes. Los senadores Miguel Pichetto y Federico Pinedo acordaron que esa comisión bicameral que presidía Graciela Camaño sea reemplazada por el senador Pedro Braillard Poccard, el correntino de Cambiemos, pero Carrió se hizo la distraída y arregló con Mario Negri, el radical cordobés y presidente del interbloque Cambiemos, y se autopostuló a la presidencia de esa comisión. Y todos los sectores peronistas, ante este virtual «golpe de estado», no dieron quórum y, como dijimos ayer, Carrió se victimizó y acusó al peronismo. Pero ayer renunció al cargo que nunca asumió y dijo que el senador Braillard podría ser su reemplazante, es decir, el candidato acordado por Pichetto y Pinedo, o la diputada Lospennato.

En conclusión, se cumplirá lo acordado por el presidente provisional del senado y el presidente del bloque del PJ. Pero ante la declaración de Garavano, desató su furia y pidió su juicio político, ante lo cual el ministro de justicia no se dignó a contestarle, al igual que Dante Sica, el ministro de la producción, que fuera intimado por Carrió para que apruebe unos créditos para las pymes.

El problema es que estos ataques de furia afectan la investidura presidencial, porque los actos de Garavano y Sica son avalados por el presidente y sus intimaciones terminan apuntando al jefe de estado, que no responde y les dice a sus colaboradores: «ya saben cómo es lilita», o sea, bajándole el precio a sus declaraciones. Pero para los analistas políticos da la impresión de que Lilita Carrió cogobierna con el presidente y con sus ataques generalizados contra el peronismo hace dificultosa la aprobación del presupuesto 2019.

Share