Por Carlos Tórtora.-

Elisa Carrió irrumpió en la campaña para hacer blanco en La Cámpora, a la que acusó de utilizar las instalaciones de la cerrada fábrica Fanazul -de Fabricaciones Militares- para «armarse» y vender material que luego terminaba «en la Triple Frontera». La denuncia adolece de una fuerte imprecisión y se conecta con la línea argumental planteada por María Eugenia Vidal veinte días atrás. La gobernadora intentó entonces amedrentar a una parte del electorado planteando que, de ganar Axel Kicillof la gobernación, La Cámpora sería el verdadero gobierno de la provincia. En ese momento Andrés Larroque y Eduardo Wado de Pedro salieron a contestar dejando mal parado a Alberto Fernández, que intentaba mantener su agenda temática.

Lo que se verá en las próximas horas es si Carrió va a asumir el protagonismo como vocera oficial de una campaña sucia. Hasta el momento, el gobierno intentó descalificar al kirchnerismo de dos modos distintos: por un lado, siembra la imagen de un gobierno K en manos de jóvenes revolucionarios. Por el otro, evoca el descontrol económico de los últimos años de Cristina Kirchner en el poder. Contra esto debe lidiar Alberto F, que no recibe ataques directos del aparato mediático del oficialismo y que intenta mostrar el lenguaje de la moderación y el equilibrio, tratando de minimizar algunos exabruptos como los de Cristina Kirchner con la mención de Pindonga y Cuchuflito.

Banco de pruebas

Hasta el momento, el gobierno evitó ponerse al frente de una campaña negra contra el kirchnerismo, tal vez porque entiende que este tipo de maniobras suelen volverse contra del que las inicia.

Esta chata campaña de las PASO parece ser más bien un banco de pruebas para la verdadera campaña que comenzará el próximo 12. Algunas premisas se pusieron, sin embargo, a prueba en las últimas semanas. Por ejemplo, Cristina Kirchner, cada vez que se apartó de su actual estilo sobrio y sonriente, debió pagar un alto costo político. Parecido cuidado con sus apariciones públicas debió tener Mauricio Macri, que está obligado a mantener un perfil relativamente bajo para un presidente argentino en campaña. En el caso de Miguel Ángel Pichetto, es llamativa su trayectoria en la campaña. Empezó con un perfil altísimo y lo fue bajando a medida que pasaban los días. Alberto Fernández es el protagonista sin duda más complejo en cuanto a sus matices. Intenta desarrollar una especie de kirchnerismo republicano en el cual no creen sus seguidores, ya que se trata de un recurso para captar independientes. Esto haría que los kirchneristas reales estén cada vez más lejos de lo que dice su candidato. Hay, en efecto, una distancia cada vez mayor entre lo que dice él y lo que piensa la militancia K. Esta grieta también deberá llenarse en algún momento. O sea que, en el caso de ganar el Frente de Todos, habrá que ver si la versión albertista se traduce en el armado del gobierno.

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