Por Carlos Tórtora.-

La marea de datos el domingo concluyó en el triunfo de Juntos por el Cambio en 17 provincias colocó al gobierno ante una necesidad casi imposible de lograr: revertir este resultado en 60 días. Como era lógico, fue el presidente el encargado de plantear esta utopía. La realidad es que ni en el peor de los escenarios el oficialismo preveía este resultado ni la oposición tampoco. Pero el principal problema que enfrenta el kirchnerismo de cara a noviembre es que la oposición tiene más posibilidades de crecer, por ejemplo, absorbiendo votos de José Luis Espert y parte de los de Florencio Randazzo, debiendo conformarse con captar un porcentaje indeterminado de los votantes de este último. Más allá de la obvia pérdida de bancas, una derrota por alrededor de 10 puntos en Buenos Aires mostraría que el kirchnerismo está perdiendo su base de poder, el conurbano. Y esto sin hablar de que muchos intendentes del PJ, para asegurarse, podrían repartir la boleta cortada de sus candidatos a concejales sin la lista de Victoria Tolosa Paz, que anteayer mostró su crispación ante las cámaras.

En circunstancias normales, estaríamos ante un planteo de los gobernadores peronistas reclamando que el kirchnerismo los llame a cogobernar. Pero ocurre que los caudillos provinciales también fueron alcanzados por la ola. Omar Perotti, Juan Carlos Schiaretti y Gustavo Bordet son los tres más notorios que salieron perdidosos, para no hablar de los Rodríguez Saá. De los presidenciables, sólo se salvó el sanjuanino Sergio Uñac. La realidad es que es improbable que haya una rebelión peronista, por la sencilla razón de que no hay quienes la lideren. Después de casi 20 años en el control del peronismo, la cúpula kirchnerista ha logrado neutralizar a todos los sectores disidentes. La crisis, por el momento, se circunscribe a la pareja reinante. Alberto está frente a un destino cruel, porque el domingo murieron sus últimas esperanzas de reelección y desde esa noche muchos empezaran a darle vuelta la cara. Parece entonces poco probable que Cristina arremeta contra un Alberto anémico, pero sí es altamente probable que decida colocar dos alfiles suyos en la Jefatura de Gabinete y el Ministerio de Economía. Las versiones sobre una eventual renuncia del presidente ya se echaron a rodar y serían recurrentes. También es probable que en este panorama Axel Kicillof -otro derrotado en las urnas- se convierta en el gran supervisor del gobierno nacional, con el auxilio de Jorge Taiana. En este clima de disolución del albertismo, el Ministro de Defensa crece en importancia. Lo mismo vale para Eduardo Wado de Pedro.

Paradójicamente, CFK se encuentra con la suma del poder y el máximo de riesgo judicial, porque el olor de una derrota en noviembre sería suficiente como para que ningún magistrado sea ahora complaciente con la vicepresidenta. Ella sabe que está obligada a abandonar el perfil bajo y que debe conseguir mantener el quórum propio en el Senado. Su pérdida sería tal vez el inicio de fuertes disidencias en el bloque de senadores del PJ.

Sorprendidos

Mientras tanto, en la vereda opositora se pelean por sacarse la foto de la victoria. Horacio Rodríguez Larreta deberá decidir ahora si lanza ahora su candidatura a presidente o espera a noviembre. Al jefe de gobierno le vino bien el error de Mauricio Macri de apoyar al perdidoso Mario Negri.

Patricia Bullrich, a todo esto, estaría dispuesta a desafiar a Larreta ni bien éste dé el paso al frente. Mientras tanto, el PRO deberá asimilar el protagonismo de muchos dirigentes que sorpresivamente ganaron sus distritos. Pensando en noviembre, la necesidad que tiene el macrismo de sacarle votos a Espert y Milei hará probablemente que se endurezca el discurso de Vidal y Santilli.

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