Por Carlos Tórtora.-

En dos ocasiones, Alberto Fernández se esforzó en los últimos días en remarcar su absoluta independencia de Cristina Kirchner. Primero fue el jueves de la semana pasada, en un reportaje con Radio La Red, en el que usó una frase casi peyorativa: “la injerencia de Cristina en el gabinete es 0”. El tono de estas palabras provocó una silenciosa ola de tensión en la cúpula del kirchnerismo. Ayer, antes del debate presidencial, el candidato dijo lo mismo pero con un tono más neutro, es decir, no habrá participación de CFK en la formación del futuro gabinete. Esto, por supuesto, triunfo electoral del 27-O mediante.

Ayer, en un reportaje en Clarín, Axel Kicillof deslizó lo que puede interpretarse como un sutil contrapunto con Alberto F. Dijo: “Yo estoy hablando de los ministerios… Estoy en una etapa de generación de planes y proyectos para cada una de las áreas. Y me reúno con todos. Y consulto a gente con experiencia. Cristina es una persona de consulta, Alberto, Felipe Solá, Scioli, porque pasaron por esta experiencia”.

No es lo mismo

El caso es que para los dirigentes de La Cámpora en particular y del kirchnerismo en general, que el futuro presidente deje en claro que CFK no participa del armado de su gabinete implica una quita de poder para los nombrados. En una sociedad eminentemente presidencialista como lo es la Argentina, el poder político se mide por la gravitación que se tiene sobre determinadas áreas del gabinete. Esto es Interior, Desarrollo Social, Hacienda, Seguridad, Justicia, etc. Es obvio que Alberto, con estos mensajes, consolida la imagen de que no será un presidente títere. Kicillof, por su parte, sostiene lo contrario: que la primera persona a consultar por su experiencia es justamente ella. Este rol de consejera de las grandes decisiones es el que el kirchnerismo define para su jefa, excepto Alberto F. La tensión entre ambas posturas es obvia en una pulseada que recién está comenzando.

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