Por Carlos Tórtora.-

La pregunta que surgió ayer a la noche es hasta qué punto el gobierno puede sacar provecho del triunfo de la selección en la Copa América. Por otra parte, los festejos masivos en la 9 de julio y en las calles de todo el país, generará sin duda muchos contagios. Para Alberto Fernández, sumarse al éxito futbolístico es hoy por hoy tal vez la única oportunidad de remontar el hundimiento de su imagen y dejar atrás en alguna medida los rechazos recibidos en distintas ciudades del interior. El presidente tendría escasas chances de tener un rol central en el armado de las listas de precandidatos, tarea que Cristina Kirchner se reserva para sí. Pero además, AF debe tratar de evitar que el kirchnerismo obligue a su jefe de gabinete Santiago Cafiero a ser precandidato a diputado nacional por Buenos Aires, porque en el Instituto Patria no se privarían de intentar colocar a su sucesor. Al oficialismo se le presenta un problema inesperado en las PASO: Juntos por el Cambio tendría dos listas en Buenos Aires, con Facundo Manes y Diego Santilli, y otras tantas en Capital, con María Eugenia Vidal y Ricardo López Murphy. Esto podría movilizar el voto masivo al tratarse de internas reales, mientras que el Frente de Todos tendrá una monocorde primaria con una sola lista en ambos distritos. La posibilidad de que la oposición termine cosechando más votos en las PASO no es descabellada. A esto se le suma que en Capital y Buenos Aires, el oficialismo carece de supercandidatos y debería conformarse con figuras medianas como Martín Insaurralde, Sergio Berni y Leandro Santoro. Este riesgo se da en medio de una baja del kirchnerismo en las encuestas debido a la situación económica.

Con tantos factores adversos, ya es frecuente escuchar que el presidente y la vicepresidenta harán campaña como si fueran candidatos. Un primer problema de esto es la coherencia. Esta semana, Máximo Kirchner, posiblemente como vocero de su madre, le apuntó a Alberto por su DNU habilitando la compra de vacunas a Pfizer. Horas más tarde, el presidente tomó los micrófonos para defenderse y decir que antes que claudicar daría un paso al costado. Este tipo de episodios grotescos, ya en campaña electoral, pueden ser de alto costo.

Las miradas sobre ella

Otra posibilidad que se baraja es que sea Cristina el centro mediático de la campaña, quedando Alberto relegado a un segundo plano. Ella podría aceptar ese rol sólo si se convence de que es probable un triunfo kirchnerista por cierto margen. En caso de que crea que la tendencia negativa es irreversible, la vicepresidenta podría, en cambio, encerrarse en su habitual mutismo, dejando que AF cargue con el peso de la derrota.

Un fracaso en noviembre podría significar el comienzo de un vaciamiento de poder para el Frente de Todos y para la ex presidente implicaría la plena activación de las múltiples causas judiciales en su contra. Teniendo en cuenta este favor, hay que suponer que ella tomará el timón del gobierno para evitar un desastre. Esto quiere decir que Martín Guzmán deberá garantizar un alza de los salarios por sobre la inflación y la emisión necesaria como para generar aunque sea un tenue veranito. Uno de los ejes de campaña, por lo que trasciende, sería tratar de meter miedo con la idea de que si gana la oposición habrá caos económico y descontrol de las variables.

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