Por Carlos Tórtora.-

La victoria holgada de Cambiemos el pasado 22 de octubre, la prisión preventiva de Julio de Vido y algunas señales en el sentido de que Mauricio Macri ya no consideraría necesaria mantener la bipolaridad entre su partido y el cristinismo, hicieron pensar a muchos que se abría una nueva etapa, en la cual el gobierno dejaría de privilegiar a la ex presidente como su contendiente predilecta. Sin embargo, en la última semana, distintos elementos de juicio permiten hablar de una restauración de la polarización, que se va afirmando a medida que pasan los días.

Un factor que influye en la conducta de la Casa Rosada es la actitud casi unánime de la dirigencia peronista, que no sólo no repudió a la ex presidente sino que, en el caso de los intendentes del conurbano, volvieron a mostrarse cerca de ella, no demasiado obedientes pero para nada rupturistas. Curiosamente, uno de los pocos que le dijo adiós a ella fue un ultra K como el gobernador tucumano Juan Manzur. La derrota de Juan Manuel Urtubey, la semilicuación del massismo y la ausencia de liderazgos nacionales le dieron un pulmotor a la ahora senadora nacional por Buenos Aires.

El desafuero de Julio De Vido votado por muchos diputados peronistas y ciertas señales de que éste se quejaría de la supuesta traición de su jefa, dieron a entender que podría estar quebrándose la solidaridad en el seno del cristinismo y que el envión del juez federal Claudio Bonadío concluiría inevitablemente en una escalada que le costaría la libertad a la viuda de Néstor Kirchner. La reciente detención de Amado Boudou en una causa por enriquecimiento ilícito convergería aparentemente en el mismo sentido.

Pichetto definió

Sin embargo, informaciones conocidas en las últimas horas indican otra cosa. Fuentes del Servicio Penitenciario Federal dejaron trascender que personal de la institución trabaja desde hace 45 días en hacer arreglos para convertir la “casita” del Penal de Marcos Paz en un confortable bungalow destinado a un solo usuario: el ex Ministro de Planificación. La “casita” es una construcción mediana adyacente a los pabellones pero totalmente separada de los mismos. De confirmarse esto, significaría que habría existido una negociación política sobre la detención de De Vido que se remonta a un mes y medio atrás. Éste, a cambio de determinadas concesiones, habría aceptado ser el chivo expiatorio al menos por ahora y mantener su silencio sobre la trama de negocios que vincula a la cúpula del cristinismo con los dos grandes operadores económicos del presidente, su primo Angelo Calcaterra y su amigo Nicolás Caputo.

Como parte del precio a pagar por el gobierno por el mantenimiento del silencio del hombre fuerte de los gabinetes K, estaría su alojamiento en condiciones excepcionales, aun cuando públicamente sólo se le reconozca una austera celda.

El segundo capítulo de esta renovación del pacto de polarización es el que se está dando en el Senado. Miguel Ángel Pichetto no sólo es el interlocutor peronista número uno del PRO sino también el delegado de la liga de gobernadores para defender los intereses de las provincias justicialistas ante la Casa Rosada. Pichetto venía librando una batalla a brazo partido para evitar que CFK consiguiera dividir el bloque del PJ y quedarse con un número significativo de senadores. Esto hacía pensar que el senador rionegrino era un entusiasta de aplicar en la Cámara Alta la fórmula de desafuero aplicada a De Vido en la Cámara Baja.

Sin embargo, Pichetto sorprendió al definir categóricamente una postura opuesta al desafuero de CFK y de cualquier senador procesado. En un reportaje otorgado a Perfil dijo: “El Senado tiene una línea de definición, claramente reflejada en el fallo de la Cámara Federal que resolvió la procedencia de la candidatura de Menem. Sostiene el principio de presunción de inocencia y el concepto de sentencia firme como cosa juzgada. Con lo cual no veo que la voluntad popular pueda ser vulnerada por un mecanismo de desafuero en una instancia de instrucción”.

Cabe recordar que el fallo sobre Menem parte de una sentencia de la Corte Suprema que obligó a la Cámara Nacional Electoral a cambiar su criterio sobre la legalidad de la candidatura de Menem.

La definición de Pichetto es la de unos 40 senadores peronistas, que definen los dos tercios necesarios para el desafuero. Los senadores del PRO, ni ninguno de sus dirigentes, se rasgaron las vestiduras ante una postura que implica un giro de 180 grados con respecto a lo resuelto en Diputados. No hace faltar hilar muy fino para inferir que Pichetto expresó algo más que la voluntad de su bloque y que fue en realidad el vocero de un acuerdo político del más alto nivel con un resultado preciso: pase lo que pase en la justicia federal, CFK seguirá en su banca los próximos seis años y no habrá forma de modificar esto, excepto que los senadores den un vuelco impensable. Después de todo, la tesis Pichetto es un paraguas que los cubre a todos.

De este modo, la opinión pública ha recibido el tributo de la prisión de De Vido y hasta allí llegaría todo. Sobre la evolución de las causas contra éste pueden tejerse muchas especulaciones. Pero lo cierto es que el dilema central está resuelto: CFK sigue en la carrera política, podría ser candidata hasta a presidente del PJ bonaerense y desde ya a presidente o gobernadora en el 2019, con lo cual el peronismo continuaría frenado por el tremendo peso negativo de su figura. Y en el Senado, donde se anunciaba una cruenta lucha entre cristinistas y anticristinistas, parece que apenas habrá diferencias no demasiado importantes. La política argentina, pese a la importancia de las últimas elecciones, parece anclada en una rivalidad regulada cuidadosamente y cuyos dos grandes protagonistas estarían convencidos de que les conviene que muchas cosas cambien para que en el fondo todo siga como antes.

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