Por Carlos Tórtora.-

El acercamiento comenzó varios meses atrás y hasta se habló de la posibilidad de una reunión, tema que quedó congelado. Cristina Kirchner y Sergio Massa volvieron a darse muestras de simpatía en las últimas horas, cuando ella le hizo llegar a este último su solidaridad ante la violación de las oficinas del Frente Renovador por parte de desconocidos. Eduardo Wado de Pedro completó el cuadro convocando públicamente a Massa a trabajar con el kirchnerismo.

Ambos tienen el mismo problema: el crecimiento de Roberto Lavagna amenaza por igual a cristinistas y renovadores. En el caso de los primeros, este último se presenta como el reivindicador de los años exitosos de la gestión de Néstor Kirchner, con superávit fiscal y crecimiento sostenido en contraposición con los desvaríos económicos de la presidencia de CFK. Para el massismo, el desafío de Lavagna es aún más grave. Éste le va ocupando a Massa su espacio natural captando a peronistas moderados y llevando adelante las relaciones con radicales y progresistas. Hasta la que fuera la principal operadora del tigrense, Graciela Camaño, acompaña hoy con su marido Luis Barrionuevo la candidatura de Lavagna.

Casi nada es imposible

Progresivamente, Massa viene también acortando distancias con la dirigencia del PJ bonaerense y con Máximo Kirchner en lo que algunos interpretan que sería el primer paso para acomodar a muchos de sus hombres en las listas del justicialismo, en caso de que él no sea candidato a presidente. Una alianza entre Cristina y Massa no es fácil pero tampoco impensable si éste aceptara ser candidato a gobernador. Obviamente, esto significaría una nueva crisis interna en el ajetreado Frente Renovador, sobre todo teniendo en cuenta que los renovadores nacieron como una opción al kirchnerismo. A todo esto, Lavagna debe hacer frente a sus limitaciones. Le falta estructura política territorial en Buenos Aires, sobre todo en las dos secciones decisivas, la Tercera y la Primera.

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