Por Carlos Tórtora.-

El plan electoral de CFK cumplió una nueva etapa con su larga y amable entrevista con el Papa Francisco, que fue claramente interpretada por la oposición y la opinión pública como un aval a la gestión presidencial para nada inocuo, ya que ocurre precisamente en el inicio del calendario electoral nacional, a pocas horas de que se cierre la presentación de alianzas para las PASO del 9 de agosto. Con gran insistencia, varios operadores presidenciales se ocuparon de tratar de convencer a dos secretarios de Francisco de que, para evitar que el país ingrese en una zona de alta inestabilidad política y económica, lo mejor es que el oficialismo triunfe el 25 de octubre en la primera vuelta, ya que un ballotage llevaría la crispación política a extremos pocas veces vistos. Como se sabe, el Sumo Pontífice quiere evitar cualquier crisis en la Argentina, porque la misma afectaría su imagen, al identificárselo con el país.

Ayer, el clima interno en el oficialismo tenía dos caras: mientras que el Jefe de Gabinete bonaerense, Alberto Pérez, y otros íntimos de Daniel Scioli se mostraron taciturnos y preocupados, en las oficinas de Florencio Randazzo todo era euforia. Es que las instrucciones que estaría impartiendo CFK no dejarían lugar a dudas. Como acaba de demostrar en el Vaticano, la protagonista de la campaña será ella, como candidata a diputada del MERCOSUR y en el armado electoral, los recursos financieros y el armado de listas se orienta a fortalecer a Randazzo, como se vio, por ejemplo, en el súbito pase del chubutense Mario Das Neves que, de sacarse la foto con Scioli, terminó en el despacho del ministro. En la Casa Rosada piensan que el gobernador bonaerense y Mauricio Macri se parecen demasiado en su perfil político y que el despliegue de Cristina significará un crecimiento importante en los votos del Ministro del Interior y Transporte, que ayer sufrió el percance de un accidente ferroviario, que él mismo calificó de sabotaje.

El núcleo duro de los K espera, por otra parte -y negocia en forma directa-, que Sergio Massa no renuncie a su precandidatura presidencial, porque de este modo no sólo le restaría unos cuantos votos a Macri sino también a Scioli.

Ya parece incuestionable que el cristinismo apunta a que Scioli gane malamente la primaria y lo ideal para este sector sería que la perdiera. En esto hay un cambio de óptica, porque hasta hace dos meses se consideraba que sólo él podría garantizar un alto piso de legisladores en todo el país. Hoy el gobierno está convencido de que la imagen positiva de CFK está en alza, lo que se notará más a partir del veranito de consumo que se desataría en las próximas semanas, a partir del cobro del medio aguinaldo y de la inyección de cerca de 25.000 millones de pesos para incentivar el consumo.

Un armado blindado

El diseño final del orden de las boletas electorales también es clave para la estrategia oficial. En primer lugar irá la de presidente, luego las dos del PARLASUR, una nacional y otra por distrito. Después seguirá la de diputados nacionales (y senadores en las provincias que corresponda). O sea que la foto del candidato a gobernador recién aparecerá quinta o sexta en la sábana, notándose poco y nada. Esto haría, por ejemplo, que las candidaturas a gobernador de María Eugenia Vidal, o de Aníbal Fernández, o Julián Domínguez (según quién gane las PASO) pierdan relevancia en el cuarto oscuro y dependan del arrastre de las primeras boletas. Esto es, Macri o, por ejemplo, Scioli y Cristina. Esta pérdida de visibilidad de la boleta del gobernador es también un argumento fuerte para que Massa rehuya pasar a ser candidato a la sucesión de Scioli.

Otro punto significativo del armado es que el Frente para la Victoria presentará listas unificadas para legisladores en todo el país y también para diputados nacionales. Como la lapicera la manejan la presidente y Carlos Zannini, la presencia de sciolistas en las boletas será mínima, lo que alienta las expectativas de Randazzo, que contará con una enorme mayoría de candidatos que lo apoyen.

En definitiva, todo el despliegue del aparato estatal se encamina a enfatizar que la dueña de los votos del oficialismo será la presidente y que Scioli, aun en el caso de ganar la candidatura, dependerá por completo de la trama cristinista.

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