Por Carlos Tórtora.-

Para el kirchnerismo ya no cuenta sólo la alta probabilidad de ser derrotado el 22 de noviembre. También cuenta la diferencia que obtenga a su favor Mauricio Macri. Una derrota aplastante podría dejarlo expuesto a una situación de extrema debilidad judicial, ante una inminente catarata de nuevas denuncias por corrupción. El fallo de esta semana de la Corte Suprema de Justicia dando por tierra con la ley de subrogancias instaló la certeza de que los márgenes de negociación política de CFK se estrechan peligrosamente. Entonces, una derrota por menos de 5 puntos, podría en alguna medida atenuar la ola anti-k que se ve venir. O tal vez tampoco tenga efecto alguno importante. Esta semana, mientras Scioli discurseaba que, si gana, él no gobernará de acuerdo a los dictados de Cristina, su hermano Pepe se apersonó muy nervioso en la AFI para pedirle a Oscar Parrilli que pusiera a disposición de la campaña naranja todos los poderosos recursos que posee la casa de los espías. Es que en poco más de una semana, el gobierno malgastó torpemente el recurso táctico de la campaña sucia, convirtiéndolo en una tragicomedia y luego Scioli sobreactuó -también torpemente- al tomar las banderas de Sergio Massa sin una mínima elaboración propia. No obstante, algunas mediciones dan diferencias escasas -no superiores a 4 puntos- y otras, en cambio, se proyectan hacia los 10 puntos de diferencia. Con un optimismo rayano en la desesperación, en la Casa Rosada se esperanzan con que Scioli pueda ganar un par de puntos en el debate presidencial del 15. Claro que no sería por una cuestión de oratoria. Es que el oficialismo tendría en vista lanzar una denuncia resonante contra Macri -presuntamente por hechos de corrupción- para tratar de que el debate gire alrededor de este tema. En el equipo de campaña de CAMBIEMOS hay alerta por esta operación. Días antes de la primera vuelta, se había detectado que el gobierno estaba a punto de publicitar un caso Niembro II tomando como blanco a Ramiro Tagliaferro, marido de María Eugenia Vidal, y a la postre intendente electo de Morón. Fue entonces cuando Patricia Bullrich y otras figuras de CAMBIEMOS denunciaron un operativo del gobierno para espiar a buena parte de la oposición, con la idea de que esto se instalara en los medios y le restara figuración a la denuncia contra Tagliaferro, que finalmente no se hizo.

La importancia del debate, rodeado seguramente de diversas artimañas, es en realidad una incógnita, porque no hay tradición nacional en la materia, como tampoco hubo antes un ballotage.

Lo que queda claro es que, después del debate, la campaña quedaría casi agotada, salvo que se produzca algún imponderable.

El interregno

El previsible triunfo de Macri abre un interregno de por sí inquietante. Se ignora qué puede pasar en el peronismo, donde varios gobernadores, algunos en contacto con Sergio Massa, podrían formalizar la ruptura del PJ acusando a CFK de mariscal de la derrota, ya que Scioli ingresaría en un rápido eclipse. Un miembro del elenco oficial, el Ministro del Interior y Transporte Florencio Randazzo, fue el primero en apuntar a la responsabilidad de Cristina sobre una derrota.

Este panorama implicaría a su vez un crecimiento de los riesgos sobre la situación general. Si los cristinistas advierten que la dirigencia peronista con poder los abandona rápidamente, sus últimas semanas en los despachos oficiales implicarían la política de tierra arrasada en su máxima expresión. Esto es, contrataciones multimillonarias de último momento, desaparición de documentación clave, designaciones masivas, etc.

Semejante retirada, a su vez, pondría a los funcionarios de CAMBIEMOS que asuman en una postura límite. No les quedaría otro camino que iniciar múltiples causas penales correspondientes a cada presunto ilícito que detecten, lo que produciría una estampida judicial.

Es sabido que Macri quiere asumir en un clima de paz y concordia, pero nada indica que esto sea factible. Tampoco en el marco interno del nuevo esquema de poder. La UCR sabe que el PRO tiene dependencia de sus votos en las dos cámaras del Congreso e intenta avanzar con esta carta sobre el gabinete nacional. Macri es extremadamente reacio a un gobierno de coalición, que lo asemejaría al de la Alianza en el ’99, y esquiva hasta ahora hablar de cualquier otro ministro radical que no sea Sanz en Justicia. Sin embargo, la realidad está mostrando toda su complejidad. La inminencia del estallido interno del peronismo, lo que incluiría también la crisis formal del PJ y tal vez una nueva intervención judicial, no sería una buena noticia para CAMBIEMOS. Simplificando, el peronismo se partiría entre kirchneristas y antikirchneristas, conflicto que se extendería a cada provincia y municipio donde estén presentes ambos sectores, colocando al gobierno de Macri ante un panorama inquietante, porque las estadísticas muestran que, sumados los votos de Scioli, Massa y Rodríguez Saá, el peronismo sigue expresando al 60 por ciento del electorado.

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