Por Guillermo Cherashny.-

A 75 días de la asunción del gobierno del presidente Macri, quien mantiene una alta imagen positiva, empiezan los primeros errores, aunque el margen para cometerlos es muy grande, porque la mayoría de los votantes de CAMBIEMOS, de Massa y un 25% de los que votaron a Scioli no quieren saber nada con el kirchnerismo y, es más, quieren altos funcionarios presos en una lista encabezada por la ex presidente. Estas marchas y contramarchas, como las sucesivas ofertas a los docentes -muchas de ellas contradictorias-, el anuncio del aumento del mínimo no imponible que el gobierno pensaba que era una excelente noticia pero que la mayoría de los afectados dicen que no sirvió para nada. Otra contradicción fue que después de los 200 piquetes por la libertad de Milagro Sala, el gobierno anunció un protocolo para desalojar las calles en cinco minutos, en tanto que el miércoles pasado, ante la huelga de ATE, La Cámpora y la izquierda por los despidos en la administración pública, se retrocedió y los manifestantes hicieron lo que quisieron en las calles perjudicando a toda la gente que trabaja.

Enumeradas estas contradicciones, que son muchas más, como la intención del macrismo de que el dólar flote en forma sucia, es decir, que se puede intervenir y se producen oscilaciones grandes pero lo que está ocurriendo es que está muy bien que el valor del dólar flote, siempre y cuando suba y baje, pero desde hace 15 días no hace otra cosa que subir y ya motivó tres intervenciones del BCRA para calmar la suba incesante de la divisa. Y ya entre importantes dirigentes del PRO y la UCR y el denominado «círculo rojo», es decir el establishment, el sindicalismo, y el periodismo especializado, se comienza a usar un nuevo verbo para incorporar a la academia de la lengua española y se trata de calificar esa conducta errática con el verbo «marcospeñar», en obvia alusión al jefe de gabinete, que instruyó a Patricia Bullrich para que anunciara el protocolo contra los piquetes y después dio la orden de que no se pusiera en práctica; también las contramarchas con los docentes y lo mismo con el impuesto a las ganancias y que tiene una sola explicación: cómo reaccionan los sectores afectados y, en todos los casos, como cayó mal, se vuelve todo al punto de partida.

En efecto, Marcos Peña limita al presidente los minutos que puede hablar: no más de cinco minutos, para diferenciarse de la cháchara de Cristina; pero también decide cuándo un ministro o gobernador del PRO puede hablar y hasta le pone una mordaza a la propia UCR. Y es conocido que Marcos Peña, cuyo jefe es Jaime Durán Barba, venden la onda zen, el arte de vivir y promover la alegría pero cuando las medidas que se toman son rechazadas, se vuelve a empezar. Está claro que Durán Barba y Peña le dijeron a Macri que no cerrara una alianza con Sergio Massa y se teoriza que gracias a ese consejo se ganó la elección, por tanto nadie se anima en público a criticar el «marcospeñar» pero, por lo bajo, en todos los sectores que mencionamos anteriormente señalan que Macri es presidente gracias a Cristina, que puso a Aníbal Fernández como candidato a gobernador de la provincia y no por la onda zen, la alegría y los consejos de Durán Barba.

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