Por Guillermo Cherashny.-

Nadie sabe si Gómez Centurión, en el programa de TV que conduce Luis Novaresio, tenía preparado su discurso reivindicatorio de la lucha contra la guerrilla, el mismo día que el presidente retrocedió en cambiar a otro día el feriado el 24 de marzo, ante la queja de los organismos de derechos humanos y el peronismo, o bien fue provocado por la periodista Romina Manuel, el propio Novaresio, y mucho menos Ari Paluch, cuando le recordaron su pasado carapintada y dijo que no fue ningún golpe, no quiso condenar a Galtieri y después negó el plan sistemático de aniquilamiento de la guerrilla y su teoría bastante cierta de que hubo descentralización en la represión.

En esta época de la post verdad, donde lo verosímil suplanta a lo comprobado, la teoría de Gómez Centurión tiene muchos adeptos en gran parte de los votantes de Cambiemos y en muchos jóvenes que, hartos de los beneficios económicos a los defensores de los derechos humanos y la exaltación del kirchner-cristinismo de la guerrilla, ya sea de los montoneros peronistas de origen marxista como del ERP.

Si bien la justicia en todos sus estratos determinó que hubo un plan sistemático del terrorismo de estado y eximió al terrorismo guerrillero de toda culpa, en estas épocas de la post verdad está claro que millones argentinos están haciendo una revisión del pasado que no coincide con el fallo de la Corte Suprema y que es un debate que la sociedad debe darse en estos tiempos.

Volviendo al principio, Gómez Centurión -ratificado por el presidente- evitó una fuga al voto en blanco de los que están podridos de la exaltación de la guerrilla y del accionar de Bonafini y Carlotto y, por otra parte, Macri logró que su íntimo amigo Gustavo Arribas saliera de la primera plana de los principales matutinos y aseguró el voto propio en momentos que el electorado volátil que votó a Vidal contra Aníbal se está fugando por la recesión y la inflación.

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