Por Carlos Tórtora.-

Distintas señales políticas convergieron en los últimos días para marcar una tendencia del oficialismo en su estrategia electoral. Para empezar, la sanción de la ley antidespidos y el inmediato veto presidencial a la misma hicieron reaparecer la polarización macrismo vs. peronismo, que viene acompañada de la amenaza de un paro general de las varias CGT y de distintas reacciones del gobierno, como el inminente establecimiento de una veeduría en la AFA, desde la Inspección General de Justicia, medida que para Hugo Moyano -y muchos otros- es directamente una amenaza. No menos irritante en el mundo justicialista es el altísimo perfil de Elisa Carrió, que apunta a construir un frente antiperonista en Buenos Aires que le permita a ella ganar la elección local como primera candidata a senadora nacional el año que viene.

En síntesis, un escenario que se encamina hacia la polarización entre la Casa Rosada y el arco peronista en su conjunto.

El principal impactado con este panorama es Sergio Massa, que viene surfeando desde diciembre pasado como garante de la gobernabilidad, es decir un opositor razonable y negociador. En un panorama de radicalización de posturas, el estilo Massa perdería entonces chances y el juego se le iría dando a favor de la gran polarizadora: CFK. Ella ya tiene terminado un calendario de actos políticos para ir mostrándose como candidateable.

El cálculo del equipo cristinista es simple: será muy difícil ganarle al PRO con un peronismo que seguramente estará dividido. Pero de continuar con los números actuales, la ex presidente tendría prácticamente asegurado el segundo lugar. Esto se produciría porque Massa no se presentaría -tal como viene diciendo últimamente- ya que las condiciones no estarían dadas. El tigrense tiene una amplia franja de votantes con el mismo perfil que los del PRO y si él pasara a una oposición rabiosa, este caudal lo podría perder.

El factor judicial

Tanto Macri como María Eugenia Vidal son partidarios de abrirle el camino a la candidatura de Cristina, a la que el gobierno podría desangrar dándole aire a Florencio Randazzo para que se presente y salga tercero, con entre 12 y 15 puntos, que le restaría a la lista K, consiguiendo así empezar a construir su propio espacio con bancas incluidas. En una situación de debilidad, a Scioli no le quedaría otra que dar un paso al costado o volver a las filas de su ex jefa. En cuanto a ésta, también va acumulando razones judiciales para querer una banca nacional y lo más importante posible. El juez federal Sebastián Casanello ya admitió que la mega causa que se formaría contra Lázaro Báez podría terminar en juicio oral el año que viene, lo que implica que también podría llegarse a una acumulación de procesamientos contra CFK que la pondría al borde de una condena en pleno año electoral.

La necesidad de contar con fueros legislativos que dilaten su eventual condena no es hoy urgente pero sí lo sería dentro de un año. Y optar por una banca de diputada nacional por Santa Cruz significaría ponerse demasiado en evidencia y perder fuerza política.

Como suele pasar con los generales que ya le ganaron una batalla a un rival desgastado, Macri preferiría repetir el juego del 2015. Desde ya que CFK pensaría lo mismo. Esta identidad de intereses podría hacer entonces que Massa dé un paso al costado reservándose para el 2019.

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