Por Guillermo Cherashny.-

No fue una elección presidencial más, ya que desde la vuelta de la democracia en 1983 no habían transcurrido doce años seguidos que constituyeran la noche más oscura de la historia democrática argentina. De ningún modo los gobiernos de Alfonsín, Menem y Duhalde avasallaron las instituciones como lo hizo kirchnercristinismo. Nunca antes se avanzó contra la libertad de expresión, los medios de comunicación, la Justicia, los partidos políticos, en consonancia con los populismos autoritarios de América Latina y central. Y fue ayer en la Argentina donde se dio el primer paso para terminar con esa clase de autoritarismo basado en una elección popular viciada por la demagogia de los planes sociales.

Un fin de ciclo anunciado

La primera señal que tuvo la presidente de que se venía el fin de ciclo fue en agosto del 2013, cuando Sergio Massa irrumpió como candidato a diputado nacional por la provincia de Buenos Aires y, junto con el PRO, derrotó ampliamente al cristinismo. Ese triunfo tuvo su antecedente en las grandes movilizaciones del 2012 y esto al compás, en enero del 2014, de la devaluación que hizo Axel Kicillof, que activó mucho más la inflación y también los cuatro últimos años de estanflación.

El amplio triunfo de Mauricio Macri fue por méritos propios pero fue el reclamo de la sociedad civil que en 2012 y 2013 le dijo basta a este régimen opresor. Y hay que reconocer que esta vez, Macri, Carrió y Sanz supieron interpretar esa voluntad de cambio que Massa no pudo capitalizar en el 2013, en gran parte por haber pertenecido al kirchnerato como jefe de gabinete. Pero igual, con De La Sota hicieron una excelente elección e impidieron el triunfo de Daniel Scioli y los votantes de UNA en el ballotage votaron masivamente por CAMBIEMOS y ahora se abre una nueva etapa. Es decir, una vuelta al sistema republicano, federal y democrático, dejando atrás estos doce años de oprobio, autoritarismo y demagogia.

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