Por Carlos Tórtora.-

Alberto Fernández se movió con audacia y tuvo su premio. Acaba de concretar una de las mayores concentraciones de poder en el Ejecutivo que se recuerden desde 1983. El Congreso declaró la emergencia pública en materia económica, financiera, fiscal, administrativa, previsional, tarifaria, energética, sanitaria y social, todo en tiempo récord, aunque con una serie de modificaciones negociadas sobre la marcha. Ley mediante, Alberto tendrá más poder institucional que el que tuvo Cristina Kirchner. El presidente era consciente de que una ley de estas características, que roza la inconstitucionalidad, sólo podría imponerse manu militari y en las primeras semanas del gobierno, cuando la capacidad de obstrucción de la oposición y las internas del oficialismo están reducidas al mínimo.

El impacto de la nueva normativa se irá mostrando a medida que se aplique pero desde ya se descuenta que la transferencia de leyes a decretos es importante. Mediante esta múltiple delegación, el gobierno se ahorrará los costos políticos y económicos de negociar ley por ley, con el consecuente desgaste.

La interna

Claro está que también hay otro efecto para nada desdeñable: con estas delegaciones, los diputados y senadores oficialistas acaban de quitarse de encima una gran cantidad de trabajo, el de legislar materia por materia. Y al mismo tiempo, el peso relativo de los bloques oficialistas en la interna del oficialismo será ahora menor, gracias a los alcances de la ley ómnibus. En el caso del cristinismo, que controla parcialmente la Cámara Baja a través de Máximo Kirchner y la cámara alta mediante la propia Cristina Kirchner, es obvio que le firmaron un cheque en blanco al Ejecutivo. Alberto no les dio tiempo a negociar nada y se vieron obligados a seguir para adelante. Pero vale la pena analizar si en la tensión entre el albertismo y el cristinismo, la ley de emergencia no representa una batalla ganada por el primero. Está empezando la construcción de un nuevo hiperpresidencialismo que no es compatible con el dualismo que se vio en los primeros días del gobierno. Con astucia, Alberto plantea su acumulación de poder sacando al Congreso del juego a través del propio Congreso. También, lo que no es poco para quince días de gobierno, le dio letra a una oposición poco entonada, que ahora puede emprender su camino con la retórica de por ejemplo Patricia Bullrich, que ve en esta concentración de poder el paso previo a un régimen chavista.

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