Por Carlos Tórtora.-

La fuga masiva de dirigentes que sufrió el Frente Renovador en los últimos meses y la derrota de Miguel del Sel en Santa Fe afectaron seriamente la candidatura presidencial de Sergio Massa y le restaron empuje a la de Mauricio Macri. Pero en una especie de compensación, el kirchnerismo acumuló motivos como para preocuparse si Daniel Scioli no gana la presidencia en primera vuelta y debe ir a un discutido ballotage. Así es que convergieron la suba del dólar blue, que anticipa turbulencias más fuertes y el recrudecimiento de la crisis energética, mientras el ministro responsable, Julio de Vido, corrió a buscar fueros como candidato a diputado nacional por Buenos Aires. A esto se le sumó que el veranito económico pronosticado por el gobierno para generar un fervor consumista que le hiciera ganar fácilmente las PASO del 9 de agosto se está diluyendo. La mayor parte de la clase media está convencida de que, aunque gane Scioli -gran ajustador en su provincia- el ajuste será inmediato y acompañado de una fuerte devaluación. Por lo tanto, la propensión al consumo está refrenada y la gente se refugia en el dólar, ante la seguridad de que vienen tiempos duros. Por último, el FIFA-GATE, lanzado por la Procuradora General de los EEUU Loretta Lynch, se está desparramando por toda América Latina. Después de que la jueza María Servini de Cubría designó tres veedores en la AFA, sólo sería cuestión de tiempo para que haya imputaciones penales contra los funcionarios implicados en los desaparecidos 7000 millones que el Estado nacional le entregó irregularmente al Fútbol para Todos.

En definitiva, detrás de Scioli se alinea un aparato político formidable con recursos ilimitados y el control territorial casi completo del segundo y tercer cordón del conurbano. Una diferencia de más de 15 puntos sobre CAMBIEMOS en las PASO sería casi indescontable en la primera vuelta y el oficialismo podría cruzar la línea de los 40 puntos, salvo que la tormenta de factores en contra se acentúe en las próximas tres o cuatro semanas. El interrogante es si el PRO llegará a los 30 puntos que le darían la llave de la segunda vuelta.

Quiso el calendario electoral que el próximo domingo, 5 de julio, sea casi definitorio para las chances de Macri y también para que Massa demuestre si todavía puede incidir en el resultado final de la elección, porque habrá primera vuelta para autoridades locales en la Capital y además elecciones provinciales en Córdoba. En esta última hay coincidencia de los encuestadores en que Juan Schiaretti ganará, aunque de discute cuál sería la diferencia con el candidato de CAMBIEMOS, Oscar Aguad. El triunfo del aliado de siempre de José Manuel de la Sota podría ser capitalizado muy poco por Massa, porque el gobernador cordobés se haría dueño del éxito y seguramente le alcanzaría para afirmar que le ganará al tigrense la primaria de UNA. Hay más de una sospecha sobre el rumbo que seguirá el experimentado cordobés una vez que tenga asegurada su sucesión. De la Sota mantiene fluidos vínculos con Scioli y aspira a ser el canciller del próximo gobierno. Si se producen fuertes indicios de polarización entre el Frente para la Victoria y CAMBIEMOS, no se puede descartar que el gobernador cordobés se vaya acercando públicamente a Scioli, algo que éste necesita para demostrarles a Carlos Zannini y La Cámpora que una parte importante del peronismo no K se ubica detrás suyo.

Aliados con proyectos distintos

La elección porteña tiene matices bastante complejos, como se vio en el debate televisivo entre los tres principales candidatos, Horacio Rodríguez Larreta, Martín Lousteau y Mariano Recalde. El PRO necesita ganar con la mayoría de votos válidos y evitar una peligrosa segunda vuelta, en la cual Lousteau -al menos en teoría- podría recibir muchos votos anti Macri provenientes también del cristinismo. El hecho de que la UCR sea aliada formal de Macri y también apoye a Lousteau está provocando una fuerte tensión en la cúpula de CAMBIEMOS. Allí también hay que especular con el interés de la tercera aliada, Elisa Carrió, en que sea Lousteau y no Larreta el vencedor. La tensión va in crescendo. Macri se hizo presente en el festejo del triunfo del radical Alfredo Cornejo en Mendoza pero se mantuvo en un deliberado segundo plano, fuera del alcance de las cámaras. Días después, Graciela Ocaña, aliada de Lousteau, apareció en un acto en la calle junto a Larreta y ya habría ofrecimientos para ocupar un ministerio de la Ciudad. El gran tejedor de la UCR porteña, Enrique “Coti” Nosiglia, estaría practicando una de sus especialidades, que es la estrategia política a dos puntas. Mariano Recalde aprovechó esta ubicuidad radical para plantear que Larreta y Lousteau son en el fondo lo mismo, lo cual no es cierto pero es uno de los pocos recursos de campaña con que cuenta el kirchnerismo, golpeado hasta por la travesura aereonáutica de Vicky Xipolitakis y los dos pilotos de Austral.

A su vez, distintos candidatos radicales del interior se quejan de la indiferencia del PRO ante sus pedidos de apoyo económico. También despotrican los radicales porque Macri eligió a Gabriela Michetti como compañera de fórmula: “¿Cómo vamos a atraer los votos radicales si el vice no es nuestro?”, dicen en el Comité Nacional. Por otra parte, al cederle la candidatura a vicegobernador de Buenos Aires al radical Daniel Salvador, Macri en realidad no entregó demasiado, porque es prácticamente imposible que María Eugenia Vidal sea electa gobernadora

Detrás de esta comedia de enredos se tejen especulaciones más estratégicas. En el entorno del jefe de gobierno hay quienes piensan que la UCR estpa interesada en que Lousteau le gane un eventual ballotage a Larreta -algo muy improbable-porque de ser así, la candidatura de Macri colapsaría y habría un efecto inmediato: el radicalismo emergería como la primera fuerza opositora desplazando a un PRO que podría entrar en una crisis terminal.

La cúpula de la UCR está envalentonada por el triunfo en Mendoza y la posibilidad de que Tomás Cano se convierta en gobernador de Tucumán. Si a esto se le sumara el triunfo de Gerardo Morales en Jujuy, más alguna otra provincia, y una abundante cosecha de legisladores nacionales y provinciales, el radicalismo podría pasar a liderar la oposición ante un gobierno especial. La realidad es que Scioli casi no contará con diputados y senadores nacionales propios y debería negociar con las fuertes bancadas radicales para mantener la gobernabilidad.

Es así que en el seno de CAMBIEMOS podría haber dos proyectos en vez de uno. Por otra parte, Macri se mantiene coherente en apegarse a su propia ortodoxia y ya dejó en claro que, si gana, no habrá gobierno de coalición. Es decir, que los radicales no están previstos en ningún proyecto de gabinete nacional macrista.

El cristinismo sigue de cerca los crujidos en la cúpula de CAMBIEMOS pero en función de su nueva obsesión: evitar que Scioli, si gana, se convierta en un presidente real y deje de reunirse con Zannini cada vez que haya que decidir algo importante. El hermético gobernador bonaerense está evitando dar cualquier paso en falso que lo ponga en crisis con Cristina, por lo cual aceptó sin inmutarse que los dos tercios de sus candidatos a legisladores fueran tachados de las listas.

Pero la realidad es demasiado fluida. Si la elección se polariza entre Scioli y Macri, hay que prever que la mayor parte de la dirigencia massista abandone Tigre para reportarse sobre todo en La Plata y parte también con La Cámpora. Hoy por hoy, la única chance del massismo de no disolverse es que la polarización referida no sea tan categórica y que los renovadores conserven un capital importante para negociar en la segunda vuelta.

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