Por Guillermo Cherashny.-

Los violentos episodios del sábado pasado que impidieron que se jugara la final de la Copa Libertadores entre River y Boca ya tuvo dos antecedentes anticipatorios como fueron los desmanes de los hinchas de All Boys en Floresta, que hicieron retroceder a la Policía de la Ciudad, que tuvieron que abandonar los autos en la calle. También el jueves pasado, cuando Boca Juniors convocó a un «bombonerazo», es decir, un encuentro masivo de los hinchas de Boca, sean socios o no, en su cancha para darle ánimo al equipo ante el encuentro de ese sábado; pero concurrió tanta gente que no era esperada por la comisión directiva que tuvo que advertir por los medios que no fuera más gente. Así y todo, unos 10.000 hinchas se quedaron en la calle para escuchar el aliento de la 12 y cuando se temía que hubiera problemas a la salida, por suerte todo termino en orden.

El sábado ocurrió lo inesperado. Al acercarse el micro que llevaba los jugadores de Boca, fue apedreado por más de 300 barras de River que se supone que estaban en el tercer anillo de seguridad, porque no tenían entradas para ingresar. En ese tercer anillo debían colocarse mamparas de 3 metros para que la gente no viera el paso del micro de Boca y debía estar la Infantería de la Prefectura Nacional. Pero parece que no hubo comunicación entre la Metropolitana y la Prefectura para que ésta desalojara a los potenciales revoltosos cuando la delegación de Boca salió de Puerto Madero 20 minutos antes. Esta desconexión le costó la cabeza a Martín Ocampo, el ministro de seguridad, quien fue reemplazado por Diego Santilli, el vicejefe porteño, que es un «peso pesado» de la política del PRO, ya que fue dos veces diputado nacional y senador nacional, que renuncio para sumir como vice jefe. El contador Santilli es un político de raza y conoce cómo funcionan las barras bravas en el fútbol pero su tarea no será nada fácil, porque hace años que ese flagelo azota las canchas argentinas y es muy difícil eliminarlas. Pero quizás los episodios del sábado pasado sean una oportunidad.

Párrafo aparte, Patricia Bullrich, la ministra de seguridad, criticaba a Rodríguez Larreta por ser «blando» con los movimientos sociales que arman piquetes todos los días y lanzaba críticas contra Martín Ocampo. Ahora Bullrich deberá ser más cuidadosa porque, como dijimos, Santilli es un «peso pesado» del PRO y ella una aliada política que tiene mala relación con su secretario de seguridad Raúl Burzaco.

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