Por Rodolfo Patricio Florido.-

El tema viene de muchos años atrás. El Ejército se muda a la Policía Metropolitana. La caída de los sueldos militares y de su presupuesto es impresionante y, por otra parte, a nadie le interesa. O sea están en el peor de los mundos. Cargan con el pasado aunque el presente no encuentre a nadie de aquel pasado mochila. No hay tensiones fronterizas de ningún tipo y por ende la urgencia no domina ni la necesidad de recursos ni la búsqueda de salarios que siquiera los igualen con la Policía. La lucha contra la inseguridad interior o el narcotráfico no los compromete porque la Ley se los prohíbe. En resumen, están en el peor de los mundos. Lo único que los alcanzó de la “década ganada” fue la corrupción. Y, como sucede en estos casos, los “beneficiados” son los menos, mientras que la mayoría de los suboficiales y oficiales miran a que nuevos horizontes observar porque el presente se muestra miserable y el futuro escaso.

Es tal el volumen de deserciones para migrar hacia la Policía Metropolitana y así duplicar   sus ingresos (pasan de cobrar 15 mil pesos a 30 mil) que; según las fuentes consultadas, el Jefe de Estado Mayor del Ejército le pidió al Ministro de Defensa que hable con el Jefe de Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Rodríguez Larreta, que de una orden interna para prohibir el ingreso de militares a la Policía Metropolitana. El problema es que esta presunta orden -que no consta que se haya dado todavía- es en principio ilegal y Rodríguez Larreta lo sabe. A nadie se lo puede excluir por decisión política de ingresar a la Policía Metropolitana por su sola pertenencia a otra Fuerza, sea esta de Seguridad o de Defensa.

La situación se está tornando delicada, por decir lo menos. Si esta orden verbal no escrita (por su ilegalidad) se diera y los suboficiales y oficiales jóvenes dejaran de encontrar un refugio para el presente e ingrese a sus cerebros que el futuro ya no tiene destino, las tensiones internas pueden transformarse en matrices de desorden y/o desobediencias, más por angustia que por motivaciones políticas, aunque algunos operadores políticos del desorden les podría convenir tácticamente.

Para que se entienda la gravedad de las deserciones vayan algunos números y situaciones a modo de ejemplo:

Cada dos meses se están yendo el equivalente a la totalidad del personal de suboficiales que integran un Regimiento. O sea, si esto continúa y no se encuentran alternativas, soluciones y/o paliativos, en los próximos 12 meses, 6 Regimientos no tendrán los cuadros de suboficiales para sus tareas por mínimas que estas sean.

En los últimos meses, 7 suboficiales especialmente entrenados que integraban la custodia del Jefe de Estado Mayor del Ejército, se habrían ido a la Metropolitana.

Cinco Suboficiales que habían sido enviados a Francia para hacer cursos de mantenimiento de nuevos helicópteros, dejaron la Fuerza al regresar de su preparación porque tenían ofrecimientos de otros ámbitos muy superiores en su escala salarial.

Las áreas médicas y sanitarias de las unidades militares se están vaciando de oficiales médicos ya que sus salarios en la actividad privada e incluso en los hospitales públicos, es muy superior a sus salarios militares.

En los primeros 4 meses del año en curso, 60 oficiales se presentaron para obtener funciones en la Policía Metropolitana, obviamente porque su preparación y estudios son muy superiores. Para egresar como oficial deben cursar y aprobar 4 años de carrera, mientras que para ser oficial de la metropolitana se cursa 1 año de carrera.

En resumen, la situación es por demás delicada, no solo por el vaciamiento de las ya por cierto escasas y poco provistas FFAA, sino porque si los caminos alternativos se cierran, no pasará demasiado tiempo hasta que algunas tensiones generen situaciones que impliquen costos políticos en una etapa difícil para el nuevo Gobierno. Históricamente ha habido migraciones o si se quiere deserciones del personal militar hacia ámbitos privados, aunque no en esta escala numérica, pero esto no sucedía hacia ámbitos policiales ya que la formación de los oficiales y suboficiales militares les cuesta proyectar su vocación hacia un mundo definido por la lucha contra los delitos comunes en tanto que el propio mundo se conforma en relación a la Defensa de la Nación y no de sus enfermedades sociales internas.

Lo único positivo de esta tensión, por lo menos por ahora, es que los cuadros de suboficiales y oficiales jóvenes no tienen el más mínimo parecido con otras situaciones de nuestra historia reciente en lo que a golpismo se refiere. Esto es muy positivo. Ahora bien, si las situaciones de fondo no se abordan y se sigue la ruta de las deserciones crecientes y masivas, el potencial de situaciones con aristas de desorden interior, pueden sucederse o incluso ser eventualmente funcionales a otros poderes políticos internos afectados por el nuevo Gobierno.

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