Por Carlos Tórtora.-

La primera ronda de encuestas poselectorales ya está disponible y arroja resultados complicados para el gobierno. El 75% de la gente no se muestra dispuesta a cambiar su voto y casi todas las expectativas del oficialismo giran en torno a los dos millones que no votaron. Los cálculos más optimistas que escuchan en el kirchnerismo apuntan al objetivo razonable de achicar diferencias sobre todo en Buenos Aires y evitar que el Frente de Todos pierda el quórum propio en el Senado. En síntesis, la idea de triunfar en noviembre no se le ocurriría ni a los más entusiastas y pese a la batería de medidas económicas en marcha, como es obvio, la propaganda oficial tendrá como eje la victoria.

Si se mira la conducta de los protagonistas, se pueden detectar tendencias. En el caso de Cristina Kirchner, una vez conseguido el cambio de gabinete a su favor, habría iniciado un rápido repliegue que continuaría en las próximas semanas. La vicepresidente sería consciente de que sólo podría esperarse que se achiquen las diferencias y estaría dispuesta a no pagar los inmensos costos de la derrota. De ahí que no participaría casi nada en la campaña, dejando que en la Casa Rosada los hilos de la operación los manipulen Juan Manzur, Eduardo Wado de Pedro y Aníbal Fernández. El rol que ella se reservaría sería una vez más el de poner orden ante la crisis.

La rebelión peronista

Durante la reciente crisis, cuando Alberto Fernández se negó inicialmente a pedirle las renuncias a Santiago Cafiero y otros, fueron varios los gobernadores, empezando por el sanjuanino Sergio Uñac, que se solidarizaron con el presidente, al igual que la cúpula de la CGT. En el instituto Patria tomarían muy en cuenta este antecedente, porque podría repetirse agravado en noviembre. Como es obvio, todos miran al presidente y se preguntan si en caso de producirse la derrota tendría margen para intentar tomar distancia de Cristina. Alberto le cedió por ahora el protagonismo público a Manzur pero, si la derrota se concreta, tendría en juego su gobernabilidad para los próximos dos años. De más está decir que en esta hipótesis tomaría fuerza la idea de un acuerdo de gobernabilidad con los gobernadores, la CGT, los empresarios e incluso la oposición.

En este caso, la ex presidenta debería apelar a todo su poder para evitar que la situación se le vaya de las manos.

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