Por Carlos Tórtora.-

Pocas veces en la historia política nacional se produjo una transferencia de poder tan importante y rápida dentro del partido gobernante. En el cierre de listas de candidatos que terminó ayer, el cristinismo se apropió de la mayor parte de las candidaturas significativas, sobre todo a diputados y senadores nacionales y a los cargos estratégicos en la provincia de Buenos Aires. Por ejemplo, para evitar que un caudillo peronista pudiera quedarse con el despacho de Daniel Scioli, Fernando Espinoza fue presionado para bajar de precandidato a gobernador a vicegobernador de Julián Domínguez. La embestida de La Cámpora llegó hasta los santuarios de los barones peronistas del conurbano, ya que el intendente de Lanús, Darío Díaz Pérez, fue inducido a abandonar su candidatura a la reelección en favor del Secretario de Justicia Julián Álvarez. Otro caso son los cuatro primeros lugares en la lista para diputados nacionales de la Capital Federal- aunque es difícil que el FpV gane tantas bancas- ya que encabeza Axel Kicillof, le siguen Nilda Garré y Andrés Larroque y luego la hija de desaparecidos Victoria Montenegro. En Buenos Aires, también la vieja guardia peronista fue barrida por la nomenclatura K. Detrás de Eduardo Wado de Pedro quedó, como excepción, una peronista no K, Cristina Álvarez Rodríguez, uno de los pocos logros de Scioli, pero le siguen la camporista Mayra Mendoza, Julio de Vido y Horacio González, el director de la Biblioteca Nacional. El Ministro de Planificación busca fueros ante las malas noticias judiciales: La Sala IV de la Cámara Federal de Casación Penal, integrada por los jueces Mariano Hernán Borinsky, Juan Carlos Gemignani y Gustavo Hornos, revocó el sobreseimiento del ministro de De Vido y su esposa Alejandra Minnicelli en una causa por enriquecimiento ilícito.

La ola es más intensa en la pampa húmeda pero alcanzó a todo el país. En Neuquén, el Secretario de Inteligencia Oscar Parrilli encabeza la lista para diputados del PARLASUR. Esta verdadera ofensiva final no descuidó detalle alguno. El dueño de uno de los multimedios oficialistas, Sergio Szpolski, se anotó para precandidato del FpV para intendente de Tigre. Este desembarco viene acompañado de un enorme apoyo económico oficial para arrasar al massismo de su tierra natal. El líder tigrense tomó nota de la amenaza y colocó a su esposa Malena a la cabeza de la lista de concejales, para intentar contener la embestida. Por otra parte, en las filas de la dirigencia sciolista hubo tristeza pero no sorpresa, porque existía la plena seguridad de que su jefe, para conseguir la candidatura presidencial, no sólo había aceptado a Carlos Zannini como vice sino que también renunció a discutir una participación importante en las listas. Queda la incógnita de si ya acordó también que será ella la que digite el futuro gabinete nacional si él gana las elecciones. Algunos viejos caudillos peronistas como José Luis Gioja optaron por refugiarse en una banca de diputado nacional. Por una mera deducción, los gobernadores del PJ saben que, si se sostiene en el gobierno cuatro años más, la nueva estructura de poder de La Cámpora irá por lo que le falta: las gobernaciones de las provincias chicas y los municipios del conurbano.

Pero la sorpresa, como una verdadera diva de la política que es, la dio ella al colocar a Jorge Taiana a la cabeza de la lista para el PARLASUR. Cristina jugó al misterio con su candidatura hasta último momento y cuando su primogénito Máximo apareció primero en la lista de diputados nacionales de Santa Cruz, la interpretación general era que ella iba a ser candidata. La trascendencia de este paso al costado sólo podrá vislumbrarse con el correr de las semanas. La presidente no suele dar puntada sin hilo y su jugada vale un análisis. Primero se aseguró de que sus incondicionales se quedaran con las candidaturas más importantes y el control de las dos cámaras del Congreso mientras Scioli decía que sí a todo. A continuación, dio un paso formal al costado para quedarse con el título de “jefa del movimiento nacional peronista”, como la denomina ahora Aníbal Fernández. ¿Por qué lo hizo? Una interpretación es la prudencia. Ella podría temer sumar menos votos que la boleta presidencial de Scioli, lo que le significaría un enorme costo político. También puede haber en su decisión un primer mensaje hacia aquél, en el sentido de que ella pretende seguir siendo su jefa y que no necesita cargo alguno porque el poder político real continuará pasando por sus decisiones. Sea cual fuere el motivo, el no de Cristina es una mala noticia para la oposición. Tanto Macri como Massa tenían un blanco fácil de atacar en la figura presidencial, salpicada por al menos media docena de escándalos de corrupción. Esto para no hablar del libreto que CFK candidata les facilitaría a Elisa Carrió y Margarita Stolbizer. En cambio Scioli, maestro en el arte de la victimización y sin cargar -todavía- con acusaciones de corrupción importantes, no es un objetivo rentable para ninguna campaña opositora. Así es que, aunque no sepamos exactamente los motivos, Cristina acaba de afianzar las chances ganadoras del Frente para la Victoria al no ser candidata. Ahora, hasta puede participar de la campaña electoral explicando que se está despidiendo, que su ciclo en el poder se termina y que se dedicarpa a las cuestiones familiares.

Como lo sabe cualquier especialista en campañas electorales, es muy difícil confrontar con un político tan esquivo y escondedor como Scioli, que aparte utiliza un lenguaje próximo al de un pastor evangelista. Como enseña Carl Schmidt, la principal decisión de la política es la elección del enemigo. La oposición acaba de quedarse, por lo menos parcialmente, sin su objetivo político más rentable.

Final con una cuota de incertidumbre

En esta semana que termina el kirchnerismo no sólo ocupó el centro del ring cómodamente, sino que le demostró a la sociedad que controla casi sin límites los destinos del PJ. El único costo que pagó fue la disidencia de Florencio Randazzo. Una espina que duele pero que difícilmente tenga consecuencias importantes.

Sin embargo, en términos electorales, las próximas semanas no presentan un panorama tan bueno como imaginara Axel Kicillof. Es que el anunciado veranito económico, que crearía una sensación de bienestar general que su vez garantizaría el triunfo en las urnas, no se está produciendo en la medida esperada, El consumo masivo, tanto en las grandes cadenas como en los negocios pequeños, tuvo en mayo el mes de mayor caída en lo que va del año, con una merma del 1,6% interanual. La demanda masiva acumuló su decimoquinto mes de baja consecutiva, pese a los esfuerzos del Gobierno por impulsarla mediante los programas oficiales “Ahora 12” y “Precios Cuidados”. Un informe reciente precisó que la mayor baja de actividad se registró en el canal tradicional de compra, que reúne a los almacenes de barrio y a los pequeños autoservicios. En este caso, el retroceso fue del 2,4%, en relación al mismo mes de 2014.

Estos y otros indicadores convergentes, como el alza del dólar blue en los últimos días, muestran que el panorama electoral no es el del 2011, cuando CFK en las PASO se alzó con el 51% de los votos y convirtió la primera vuelta en un mero trámite. Ahora, con un trasfondo de malestar social que no cede y con una creciente conflictividad sindical, el FpV debe hacer lo imposible para alcanzar el 9 de agosto en las PASO el 40%, para instalar que ganará el 25 de octubre con el 45% y que no habrá entonces segunda vuelta.

Claro que esta meta es relativa, porque si Scioli alcanzara el 40% pero Macri llegara al 30% en agosto, se instalaría en el país la sensación de que el ballotage es factible y el “ya ganamos” del cristinismo podría fracasar. La cuenta da simple: en esta etapa que se inicia, el gobierno necesita que Massa resurja y le quite votos al PRO para que ninguno de los dos se acerque al 30% y la diferencia con Scioli parezca inalcanzable. No sería casual en este sentido que la lista de diputados nacionales del massismo en Buenos Aires la encabece Alberto Roberti, el jefe sindical de los petroleros privados, que mantiene un buen diálogo con la Casa Rosada. Ni tampoco que el precandidato a gobernador del massismo sea Felipe Solá, secretario de Estado primero de Néstor Kirchner y luego de su esposa. En otras palabras, que la economía, al compás de la recesión empujada por la crisis económica de Brasil, no lo impulsaría a Scioli lo suficiente como para pasar fácilmente la línea de los 40 puntos. Por lo tanto, la otra solución para el gobierno es tratar de instalar otra vez un escenario de escasa diferencia entre Macri y Massa, dividiendo el voto opositor en el momento critico. En suma, al kirchnerismo no sólo le conviene ganar en primera vuelta. Debe hacerlo. En caso contrario, el ballotage podría desencadenar una confluencia masiva del voto opositor que se produciría automáticamente.

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