Por Carlos Tórtora.-

El último discurso de Cristina Kirchner aplica a fondo el manual populista. No importa la coherencia del discurso sino tener la iniciativa. Así es que la jefa ya renunció a su renunciamiento y dio a entender que sigue en carrera para presidente, gobernadora o senadora nacional, según quien la interprete. Tal vez esta especie de discurso circular en el que se niega lo que antes se afirmó esté expresando la impotencia de la vicepresidenta para salir de la trampa en la que está metida. Por un lado, sabe que, hoy por hoy, el Frente de Todos se encamina a una fuerte derrota en las urnas de la cual ella sería la madre y la máxima responsable. Evitar esto parece superar sus posibilidades. Pero por el otro necesita fueros ante la condena en la causa Vialidad y las inminentes complicaciones en Hotesur y los cuadernos, para lo cual debe ser candidata cuando menos a senadora nacional e involucrarse en la próxima campaña. Su ideal de quedarse a un costado mirando los acontecimientos es imposible, más por cuanto el kirchnerismo no funciona si no es mediante la conducción de su jefa.

Con esta encrucijada por delante ella, va y viene manteniendo el suspenso acerca de su futuro político como una forma de ganar tiempo hasta el momento de las definiciones, esto es, marzo o abril, cuando se sepa si Sergio Massa está en condiciones de ser un candidato competitivo y si la economía le permite alentar al gobierno alguna esperanza. Hasta entonces, el discurso circular sería todo cuanto puede esperarse de Cristina, que con sus puestas en escena inhibe a cualquier dirigente peronista que intente candidatearse.

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