Por Carlos Tórtora.-

El conflicto de poderes quedó oficializado ayer con la negativa de Cristina Kirchner y Sergio Massa de formalizar la designación de Luis Juez y Roxana Reyes en el Consejo de la Magistratura. La posterior maniobra de partir el Frente de Todos en el Senado para buscar así un miembro más de la Magistratura, no disminuye la gravedad de la situación.

La parte no visible de la crisis es que ayer la vicepresidenta esperó en vano un pronunciamiento de Alberto Fernández contra la Corte. Se trataba de conseguir que el presidente ratificara indirectamente su subordinación a la jefa y que la secundaba en su guerra contra del Poder Judicial. Esto no ocurrió ni hay señales de que vaya a ocurrir. El presidente dejó sola a su vice y se inclinó por no comprarse el conflicto con el máximo tribunal. De este modo, formalmente, el conflicto de poderes quedó reducido a dos.

En el albertismo se festejó silenciosamente que su jefe se haya abstenido. Las declaraciones del ministro y viceministro de Justicia Martín Soria y Martín Mena amenazando con una reforma “profunda” de la justicia, buscaron comprometer al presidente con la guerra judicial.

¿Y ahora qué?

Esta situación, de persistir, profundizaría el abismo entre las dos figuras.

Dicen que en la Casa Rosada se asustan con la idea kirchnerista de intentar el juicio político a Horacio Rosatti. Se descuenta que en los próximos días y siguiendo su estilo, Cristina tratará de doblegar la voluntad de Alberto para que se sume a la cruzada contra los jueces supremos.

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