Por Carlos Tórtora.-

Los que manejan los hilos de la reelección de Mauricio Macri apuestan fuerte a las cartas judiciales. La causa de los cuadernos estaría en sincronía con los tiempos electorales. Es decir que podría realizarse el juicio oral en el segundo semestre del año que viene justo para las primarias de agosto. Sentenciada CFK supuestamente con una pena privativa de libertad, no se le podría aplicar la misma debido a la persistencia de los senadores peronistas en mantenerle sus fueros. Pero sí el gobierno conseguiría que el tema sea el eje de la campaña.

A todo esto, la ex presidente consiguió esta semana que la bancada de Argentina Federal ratificara su respaldo a la “doctrina Pichetto”. Esto es, que sólo procede el desafuero cuando existe condena firme. Un requisito más estricto que el de la ley brasileña, que lo llevó a Lula a convertirse en un presidiario. La realidad indica que, hasta ahora, la dirigencia política no ha sufrido seriamente el embate de la justicia federal con la ola anticorrupción. Tanto Julio De Vido como Ricardo Jaime, José López y demás detenidos, fueron funcionarios sin desarrollo político alguno. El caso de De Vido es paradigmático, ya que la Cámara de Diputados no tuvo reparo alguno en desaforarlo y con el voto de la mayor parte de los peronistas. A diferencia de lo ocurrido en Brasil y en la tangente italiana de los 90, la dirigencia política local viene surfeando bastante bien la ola anticorrupción. Hay que recordar que en Italia el impacto político fue tan grande que la mayor parte de los partidos políticos cambiaron de nombre, ya que estaban ante un ciclo agotado. Así como los empresarios resolvieron la responsabilidad penal que les cabe por los sobornos a través de la figura del arrepentido, los políticos vienen manteniendo un bajísimo perfil y están hasta ahora fuera de la mira judicial.

Ahora curiosamente, Cristina Kirchner se convirtió en el leading case. Si el Senado decidiera retirarle los fueros, ésta podría ser la señal para que cayeran otras figuras. Y es curiosa la situación porque justamente ella, que confrontó con la dirigencia política con su estilo autocrático, viene ahora a ser la barrera defensiva de la política ante la justicia.

También el peronismo tiene una postura especial ante la causa de los cuadernos. Reina en el mismo un marcado silencio que debe interpretarse como un respaldo tácito a Cristina, que se ve beneficiada por la ausencia de fiscales en el justicialismo que reclamen juicio y castigo.

No es la primera vez que esto pasa: cuando en el 2001 Carlos Menem quedó detenido por la causa del contrabando de armas a Ecuador y Croacia en la quinta que en Don Torcuato tiene Armando Gostanian, el peronismo reaccionó con frialdad pero ni una sola voz se alzó para criticar al ex presidente. Lo mismo ocurre ahora cuando no hay que olvidar que el kirchnerismo tuvo la habilidad de comprometer con sus negocios a cuanto intendente y gobernador se acercara a la Casa Rosada.

Sin peso político

Las encuestas, a todo esto, se muestran inmutables al efecto cuadernos. El grueso del voto cristinista es absolutamente inmune a cualquier episodio de corrupción. Más bien lo contrario, el caso le permite al cristinismo ratificar que está ante una campaña persecutoria.

Es así que, otra paradoja, la crisis de los cuadernos impacta mucho más en el ámbito empresario que en el mundo político, donde los preparativos para el año electoral siguen adelante como si no existiera el nuevo despliegue de Comodoro Py.

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