Por Rodolfo Patricio Florido.-

Los rumores se extienden en todas las direcciones posibles. Cristina no quiere dejar el Poder. Ella sabe que es lo que quiere. Quizás su hijo también, pero Máximo no deja trascender nada. Allegados a su mano derecha política o sea a Zannini, dejan trascender que «Es la de siempre, asustan con la candidatura de Cristina para tener a todos a raya y al final del camino lo que va a pasar es que ella va a armar todas las listas”. Pero esto… esto no quedaría aquí.

Cristina sueña con ser la gran electora y esto solo es posible si va por el máximo cargo nacional luego de la Presidencia. O sea, la Provincia de Buenos Aires. Su última jugada así lo demostró. Casi todos renunciaron a las PASO para abrirle el camino a un Aníbal Fernández que hace y hará lo que Cristina le ordene. Incluso bajarse luego de haberse subido. Cristina no adelanta nada, quizás porque si lo hiciera, el eje Macri-Massa podría revitalizarse. Es más, Aníbal Fernández llena de esperanzas a Massa y a Macri. Ambos piensan que Francisco de Narváez o María Eugenia Vidal pueden ganarle a Aníbal y no les falta razón. Martín Insaurralde quedó mal parado. Volvió sin haberse ido y mostró menos timing que un elefante en una pista de hielo.

Pero… ¿qué pasaría si uno o dos días antes del cierre de las candidaturas PASO apareciera Cristina como candidata a Gobernadora de la Provincia de Buenos Aires o presidiendo la lista de Diputados Nacionales?… ¿Tendrían tiempo Macri y Massa de cambiar sus estrategias? Muy probablemente no.

¿Podría Scioli desafiar una decisión Presidencial sobre la Provincia de Buenos Aires? Imposible. No ha desafiado a la Presidente en nada, mucho menos lo haría sobre el destino que ella se fije.

Solo una duda debe estar aquejando a la Presidenta. ¿Ganaré? Porque si gana todo el Poder de un eventual Scioli Presidente, quedaría absolutamente lavado y su Presidencia sería casi totalmente testimonial. Pero si pierde, se habrá acabado cualquier futuro para el signo familiar y los juicios son una posibilidad, aunque poco probable para efectivizarse. Pero si gana, los legisladores serían de Cristina, el Vicepresidente sería de Cristina, los Ministros serían de Cristina y la Provincia de Buenos Aires ya no sería un rehén del Ejecutivo Nacional sino que el Ejecutivo Nacional sería un rehén de la Provincia de Buenos Aires.

Algo debe entenderse sobre esto último. La Provincia de Buenos Aires depende económicamente de la coparticipación federal que se le gire, pero si su Gobernador/Gobernadora tuviese un uso discrecional del Poder que de este distrito emana, el Presidente no tendrá manera de sobrevivir más allá del destino que le escriban. Fernando de la Rúa y Rodríguez Saá son testigos históricos presenciales de destinos truncados cuando la Provincia con sus aparatos avanzó sobre la Casa Rosada. Y, Cristina, sabe mucho del “uso del poder discrecional”, y lo ejerce sin miramientos. Donde otros ven paredes, ella, ve arietes. Donde otros ven límites ella ve horizontes. Es como si Cristina no temiera jugar a la ruleta rusa, mientras otros le temen a las armas o se ciegan en una supuesta intelectualidad electoral que no se corresponde con la decisión de las masas. No son pocos los argentinos que tienen más temor a un poder que perciban timorato que a un poder que le dé certezas de ejercicio mientras puedan disfrutar de las migas del banquete. Ningún ser humano acepta abiertamente su vocación de espectador cómodo y abrigado, pero si construye argumentos exculpatorios que hagan menos penosa sus miserias de pasividad y comodidad.

Malena Massa lo percibe. Quizás, por ser mujer y de tradición inequívocamente peronista. Pero lo cierto es que lo percibe y por eso afirmó… “Cristina quiere quedarse en el poder en cualquier cargo».

Cristina no padece el Poder, lo ama. Toda su vida la transitó para esto. No es Perón, pero tiene características similares. No tiene amigos ni amigas. Perón tampoco los tenía. Afectos, confianzas políticas y buenas relaciones, sí. Pero amigos/amigas, parecieran ser una categoría que no ingresa en el mundo personal de la Presidenta. Tampoco era así en el General Perón. Toda su vida es una sublimación del Poder. Todo es utilitario para ese fin. ¿Está mal? No necesariamente. Los seres humanos eligen que camino transitan y cuáles son sus prioridades. En esa concepción, la desconfianza permanente es un precio que se paga. No habiendo afectos extra familiares, todas las relaciones son sospechosas de querer acercarse al Sol que brilla y da calor o a la luna que difumina o da frío.

Si Cristina es así, conservar o perder el Poder ni siquiera es una opción ¿Por qué? Porque es la vida psíquica y afectiva lo que se construyó a través de ese Poder. Sin él, no hay vida. La Presidenta es una mujer que atraviesa una etapa de la vida absolutamente plena pero que tiene a la vuelta de la esquina el tránsito del último tercio. El primero es formativo, el segundo es ejecutivo o de realizaciones y el tercero es un interrogante dominado por factores ajenos a las propias decisiones. Así, ninguna decisión la tomará fuera de estas certezas. Claramente a Cristina le debe preocupar más tener que vivir sin el Poder que tuvo y tiene en el segundo tercio de su vida que las eventuales consecuencias tribunalicias cuyo destino no pasará por condenas de cumplimiento efectivo.

Cristina es como es. Puede simular desprendimiento y al mismo tiempo alimenta proclamaciones masivas de sus seguidores más fieles. Puede mostrarse cansada y dolida y a los dos minutos mostrarse decidida e implacable. Nadie puede imaginar a Cristina Fernández resignándose al retiro frente a un nuevo poder. Antes, arriesgará todo. Porque no le gusta que otros escriban su final.

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