Por Guillermo Cherashny.-

Estaba claro que la renuncia de Máximo Kirchner a la presidencia del bloque del FDT no era una actitud aislada sino conversada con su madre, que considera que el acuerdo que se dio a conocer implica un ajuste intolerable para el gobierno. En efecto, quiere un aumento mínimo de tarifas, de ahí la segmentación ridícula que elaboró su gente en energía, que significa un ahorro de sólo 200 millones de dólares, cuando hay un déficit energético de más de 7.000 millones. Esa segmentación apunta a castigar a los sectores que votaron a Juntos y forma parte de la idea de Cristina que Macri y los ministros que tomaron el crédito de 44.000 millones de dólares sean sancionados penalmente y una autocrítica más profunda del Fondo de la que dieron a conocer.

El otro aspecto que le molesta a la vicepresidenta es la auditoría trimestral del FMI, porque pretende que así como a Macri le dieron esa suma astronómica, a este gobierno le tienen que permitir que empiece a pagar recién en el 2024 sin ninguna clase de auditoría por trimestre. Piensa que hay que negociar con más dureza con el organismo internacional y que Martín Guzmán no es el indicado para negociar y quiere tensar la cuerda y parece no importarle que el BCRA se quedó ya sin reservas y tiene margen para obtener más concesiones. El problema es que el acuerdo que quiere Cristina nunca sería concedido por el FMI, lo mismo que el plazo de 20 años y la eliminación de las sobretasas.

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