Por Carlos Tórtora.-

El peronismo es, sin duda, la gran Caja de Pandora de la política nacional, por su capacidad de generar escenarios inesperados y en forma súbita. La lógica del análisis político clásico indicaba que CFK, habiéndose retirado del poder muy cuestionada, se iba a replegar sobre Santa Cruz para curar sus heridas mientras la bomba económica que dejara empezaba a complicarle la gestión a Macri. Sin embargo, una vez más, Cristina fue fiel a su método y redobló la apuesta. Reasumió el mando de la oposición y volcó el centro de gravedad en Buenos Aires para trabarle la aprobación de la ley de Presupuesto a María Eugenia Vidal, mientras tres protegidos de Aníbal Fernández, los hermanos Lanatta y Schillaci, se fugaban del Penal de General Alvear, poniendo en evidencia que en esa provincia y en el resto del país, hay un estado mafioso paralelo muy ligado a la trama de intereses de la era K. En este caso, la corrupción penitenciaria.

En este punto hay varias tendencias que se van marcando. La primera es que, ante un Sergio Massa que se caracteriza por no ser oficialista ni opositor y un Juan Manuel Urtubey que no se caracteriza por gestos audaces, ella encontró el bastón de mando de la oposición tirado en el piso y simplemente lo tomó.

Lo segundo a destacar es la aquiescencia de la dirigencia del PJ ante este hecho, lo que le da al kirchnerismo un tiempo invalorable para rehacerse y hacer valer el peso de sus aparatos. Mauricio Macri, con decisión, no sólo cuestionó la falta de libertades en Venezuela sino que planteó el acercamiento comercial a los EEUU a través de la alianza del Pacífico. Son gestos que no agradan a Itamaraty. En su complicada declinación, a Dilma Rousseff no le conviene un gobierno argentino con aires de independencia ante el Mercosur ni que encare una relación con Washington que desentone con la de Brasilia. En este orden de cosas, Cristina vuelve a tener por delante un rol político significativo -y con apoyo externo- con vistas a reconstruir un frente de izquierda capaz de ganar las elecciones legislativas del 2019 y cerrarle el camino a la reelección tanto a Macri como a Vidal.

Que el cristinismo esté dando batalla ya en el distrito principal, Buenos Aires, casi certifica que la ex presidente se prepara para ser la primera candidata a Senadora Nacional por el Frente para la Victoria en el 2017, aprovechando que el PRO no cuenta con demasiadas figuras para competir con ella y que, si favoreciera a Sergio Massa para que sea el triunfador, estaría instalando un firme competidor de Macri para la presidencia.

Un dilema impostergable

Para el macrismo-y la justicia- el dilema es importante. Si dejan que el kirchnerismo se reconstituya y reciba apoyo externo es probable que en tan poco tiempo el alicaído peronismo ortodoxo no alcance más que a negociar con CFK, pero sin llegar a defenestrarla. Si se opta, a la inversa, por el camino de la confrontación y se profundizan las investigaciones sobre HOTESUR y otras que tocan a la familia presidencial y Julio De Vido, ya se da por descontado que el cristinismo replicará movilizando a sus aparatos mafiosos o a sus peones del esquema sindical de la izquierda, creando un clima de tensión ascendente que no va con el estilo Macri.

Prudente y con el uso de los DNU en forma creciente, el gobierno va desalojando a los resabios K de las estructuras de poder. Pero en esto parece haber un olvido grave: la política se construye para adelante. Aunque finalmente la Procuradora General Alejandra Gils Carbó renunciara, el macrismo podría estar más tranquilo para administrar. Pero esto no evitaría que el eje Río Gallegos-Buenos Aires no empiece a tomar fuerza a medida que las inminentes medidas de ajuste empiecen a dejar heridos en los sectores perjudicados. Una vez iniciado este proceso, la única ambulancia que cuenta con recursos y una estructura de primer orden para acumular fuerzas es el kirchnerismo.

Por supuesto que se trata de un kirchnerismo menos unido y con debates internos. Pero la atonía de la dirigencia del PJ y el inmenso vacío de poder que reina en las filas justicialistas favorece la repotenciación de Cristina.

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