Por Carlos Tórtora.-

“Voy a tomarme el tiempo que sea necesario”. Ésta fue una de las frases clave del presidente en su discurso de ayer y en su contrapunto con Cristina Kirchner. Estaríamos entonces ante una larga negociación en la cual la vicepresidente tendría el papel del policía malo y Alberto Fernández el del policía bueno. Estén o no ellos dos de acuerdo en protagonizar este sainete, lo cierto es que ayer ella disparó munición de grueso calibre contra la negociación, acusando al FMI de haber tumbado los gobiernos de Raúl Alfonsín y Fernando de la Rúa. El lunes se verá en los mercados qué indica el control de daños sobre el discurso de la ex presidenta. Ella parece decidida a no cederle a la oposición ningún espacio para criticar la negociación con el Fondo. Esto viene a cuento de otra versión que indica que el acuerdo con el FMI se cerraría a comienzos de año, lo que explicaría esta alza de la temperatura.

Ayer la plaza estuvo organizada en torno a la figura de Cristina y fue como la contrapartida del acto del 17 de noviembre, donde el presidente se explayó a gusto.

Volviendo al discurso de ella, su tono fue una señal que habilita a los sectores del kirchnerismo duro a lanzar piedras contra la negociación De este modo, el kirchnerismo aplica una fórmula tradicional del peronismo: ser oficialismo y oposición al mismo tiempo. Cuesta creer que, de cerrarse el acuerdo con el FMI, éste conforme al kirchnerismo duro, que podrá consolarse descargándose contra Alberto y todo esto, por supuesto, sin que haya renuncias masivas ni abandono de sus cargos por ninguna de las facciones en pugna. Otro capítulo del discurso de Cristina fue su ataque a la justicia y a los medios, que no tuvo mucho eco en Alberto, que apenas mencionó el tema. Este último navegó por la insustancialidad de sus palabras. Ante los reclamos de la vicepresidenta  se defendió diciendo: «Tranquila Cristina, no vamos a negociar nada que implique comprometer el crecimiento y el desarrollo social». No puede haber un parámetro más difícil de precisar que éste.

Lula no habló de la deuda

La presencia de Lula y el apoyo que éste recibió de parte de Alberto y Cristina fue una intromisión grosera en los asuntos internos de Brasil, que seguramente golpeará más, si esto es posible, la relación bilateral con el gobierno de Bolsonaro. El kirchnerismo apuesta a que Lula ganará las presidenciales de octubre próximo y que apoyaría la reelección de Alberto y tal vez de Cristina en el 2023. Un contraste que debe marcarse es que Lula en su discurso habló, por ejemplo, de la persecución judicial contra él y Cristina pero se cuidó mucho de mencionar al FMI y ni habló del problema del endeudamiento. Es lógico, ya que su visión sobre la deuda pública difiere notablemente del extremismo kirchnerista.

En síntesis, sin programa económico ni autocrítica alguna por los errores que lo llevaron a perder las elecciones, el kirchnerismo huye hacia adelante proponiendo tal vez varios meses más de suspenso jugando con la alternativa del default, lo que es difícil que ocurra.

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