Por Carlos Tórtora.-

Paradójicamente, uno de los principales problemas de la dirigencia peronista bonaerense no es ya cómo sacarse de encima al cristinismo sino evitar que éste se aleje del PJ. El presidente de este último, Gustavo Menéndez, trabaja en la convocatoria de un congreso provincial a realizarse en la segunda semana de marzo en Mar del Plata. En la reciente reunión del Consejo Superior partidario realizada en San Bernardo, la ex presidente le hizo sentir el rigor a los presentes, ordenando a los intendentes K que no concurrieran. En primer lugar, se notó la ausencia entonces de La Matanza, al no ir Fernando Espinoza ni Verónica Magario. Ahora y para mostrar que la unidad no está rota, el congreso lo presidiría Espinoza.

Pero entretanto ocurrieron cosas que influyen: por ejemplo, se profundizó la tendencia a la baja de la imagen positiva de Mauricio Macri y, en menor medida, de María Eugenia Vidal. Cristina Kirchner habría leído esto como una señal de que se ensanchaba su espacio político y, en consecuencia, ordenó que no se disolvieran los bloques legislativos de Unidad Ciudadana en Buenos Aires a fin de integrarse al PJ.

La ex presidente sigue una clara línea de conducta: sólo se recuesta sobre el sello partidario cuando las cosas le van mal y a la inversa trata de crecer siempre con perfil propio.

Ella no aceptaría cumplir el rol de garante de la unidad para buscar un candidato menos cuestionado para el 2019, que es lo que tácitamente le estarían proponiendo los no kirchneristas.

Tensiones en aumento

De hecho, en el heterogéneo grupo de los intendentes K, las tensiones van en aumento. La línea dura del cristinismo, encabezada por Magario y Jorge Ferraresi (Avellaneda), cuestiona a los moderados Fernando Grey (Esteban Echeverria) y Martín Insaurralde (Lomas de Zamora). Tratando de evitar una fractura, Menéndez le habría pedido al intendente de Almirante Brown, Mariano Cascallares, que sea el coordinador del armado del congreso. Es que este último fue, antes de ganar la intendencia, presidente del poderoso IPS (Instituto de Previsión Social de Buenos Aires) y no pocos de los actuales intendentes de La Cámpora se desempeñaron allí como gerentes.

Así las cosas, el principal problema para el endeble conglomerado del PJ bonaerense es ahora evitar que CFK dé el portazo. Sobre todo ahora que queda claro que Sergio Massa hizo gestos de acercamiento pero tampoco piensa en zambullirse en las aguas partidarias. Un PJ bonaerense sin Massa ni CFK adentro sería hoy por hoy una entelequia. Mientras tanto, María Eugenia Vidal tiene la mirada puesta en los barones del PJ. Su jefe de gabinete, Federico Salvai, es el encargado de monitorear los movimientos de aquellos. La prioridad del vidalismo es que siga habiendo por lo menos tres peronismos, lo que garantizaría el triunfo del oficialismo.

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