Por Carlos Tórtora.-

Argentina podría convertirse en los próximos días en el país que más limitó los derechos individuales para combatir el COVID 19. Esta ubicación aumenta la enorme incógnita acerca de cómo reactivar una de las economías más castigadas por la paralización que resultó de la pandemia. El caso Vicentin es una señal de cuál es el ángulo ideológico que el oficialismo adopta ante la crisis. La reacción social ante el proyecto expropiador de Vicentin se tradujo en el importante “banderazo” de la semana pasada, a lo cual le siguieron -en aparente respuesta- los atentados que destruyeron numerosos silos bolsas en Córdoba, Santa Fe y Buenos Aires. También sirvió Vicentin para detectar ciertas fisuras en el oficialismo. La titular de Madres de Plaza de Mayo, Hebe de Bonafini, atacó duramente a Sergio Massa, acusándolo de no ocuparse de buscar votos entre los diputados para la expropiación de la agroexportadora. Más allá de esta discusión, es obvio que los sectores más moderados que rodean a Alberto se sienten incómodos desde que el gobierno tiene como caballito de batalla la expropiación de la agroexportadora, en tanto el presidente y el gobernador de Santa Fe Omar Perotti están ensayando otras variables.

El caso Vicentin reactivó el dilema central de este gobierno: ¿la expropiación fue una imposición de Cristina Kirchner? La vicepresidente no salió de su silencio, persistiendo en el perfil bajo que eligiera prácticamente desde el inicio de la pandemia. Pero ahora el panorama cambi´p sustancialmente. Con la actividad privada en buena medida en quiebra por la paralización del 80 por ciento de la industria y el comercio, la intervención estatal en la economía parece destinada a tener alcances tal vez inéditos. Esta situación excepcional le abre las puertas al kirchnerismo más extremo que se justificaría sólo con la necesidad de salir del colapso. Vicentin es, sin duda, el primer globo de ensayo de la poscrisis.

Falta para las definiciones

La sociedad está ahora expectante de las señales que emita el presidente sobre la pospandemia. Por razones que encuentran una explicación clara, el presidente desconcertó a los sectores moderados al afirmar, en una teleconferencia con Lula, que extrañaba a Hugo Chávez, Rafael Correa y Evo Morales. No se trató de una frase aislada, porque casi al mismo tiempo, Argentina, México, Grenada, Guyana, Surinam, Trinidad y Tobago y Belice no acompañaron el proyecto de resolución del Consejo Permanente de la OEA que rechazó la elección inconstitucional de la Corte Electoral por parte de la dictadura de Nicolás Maduro. Esto en medio de la tensa negociación de la deuda con los acreedores privados.

De algún modo, estos gestos ultrakirchneristas del presidente hacen que sea innecesaria la presencia pública de CFK. Ahora, con estos sombríos pronósticos, queda por esperar la hora de las definiciones, que sólo llegará con el levantamiento de la cuarentena, previsto hasta ahora para mediados de septiembre.

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