Por Jorge D. Boimvaser.-

No sabemos si Julio César Grassi es católico, umbandista o tiene algún otro don maléfico, pero cumplió su amenaza, que este sitio publicó en septiembre.

Entonces el cura, detenido por pedofilia, le envió un ultimátum a su otrora amigo y confidente, cuando Sabbatella era intendente de Morón.

¿Un ex Partido Comunista revelando sus miserias en el confesionario de un sacerdote? Hay que decirles a las nuevas generaciones que no conocen bien la historia, que los comunistas argentinos nunca tuvieron nada de comunista. Así que si un ateo se confiesa con un cura católico no parece tan grave. Lo grave fue que en los tiempos de la dictadura el Partido Comunista Argentino apoyó al gobierno de Videla y Massera porque la Argentina le vendía trigo a la entonces URSS después que EEUU le cortó el suministro de granos.

Así que si Sabbatella formó parte de esa runfla de izquierda en falsa escuadra, no llama la atención ni que se confesara en una iglesia o que después recalara en el kirchnerismo, aun cuando el propio Martín haya considerado a Néstor un dictador de republiqueta bananera.

Volviendo a lo anterior. Julio César Grassi le hizo llegar una amenaza, sin medias tintas; si ya estaba condenado, no tenía mucho que perder.

Pretendía conservar algunos privilegios carcelarios a cambio de no revelar el vínculo del ex de Morón con los Cirigliano y la donación de tierras fiscales que hicieron esos hermanos macabros a la Fundación Felices los Niños.

Pero al ver que la ayuda no llegaba, Grassi redobló la apuesta. Dijo que tenía poder (no sabemos de dónde, pero es textual) para destruir a Sabbatella y familia, como si fuera una maldición salida de la obra de Stephen King.

Hoy el pequeño hombrecito del Oeste pretende ser el héroe de la resistencia K contra Macri, pero si prospera una denuncia que hicieron varios pretendientes a obtener licencias radiales en el espacio del periodista Carlos Ponzio en una radio del Tigre (“Sabbatella nos pedía hasta 5 millones de pesos sólo para recibir nuestra propuesta de ser licenciatarios”), al final tendremos que reconocer que si Grassi maldijo al clan Sabbatella, no le fue tan mal. Su hermano perdió en Morón frente al marido de María Eugenia Vidal; su mujer está atravesando una crisis profunda y Martincito es el payaso de la corte kirchnerista en retirada total.

Algo que se va a ir viendo con el transcurrir de los meses. Cristina no vuelve más; los gobernadores no la quieren; Máximo es una parodia ya convertida en desgracia y Urtubey sigue siendo el más sobrio candidato a quedarse con el PJ.

Pero Sabbatella no es el único que intenta el chantaje al nuevo Gobierno.

Ya renunció a Canal 7 la periodista María Seoane (alguna vez se autoadjudicó un affaire con Mario Roberto Santucho, el “Comandante Roby”), pero con los años el canto de sirena de la monstruosa fortuna de los porteros, Santamaría, la llevó a correr de la mano de la burocracia sindical más corrupta de todos los tiempos. Y si había que enlodarse en la oscuridad de la corrupción, nada mejor que ser funcionaria del kirchnerismo en el Canal y la red de medios oficiales.

Hasta hace unos días, Seoane se negaba a renunciar y pedía 5 millones de pesos para volverse a su casa. Un funcionario de un ente estatal se debe ir con el Gobierno que lo llevó a ese cargo. Pero pedir una fortuna por abandonar su puesto es parte de la lista de infamias del kirchnerismo.

No sabemos si su renuncia fue a cambio de nada o si el lento, muy lento, Hernán Lombardi negoció algo con la ex periodista de Clarín.

El capítulo de la señora Gils Carbó tiene alguna semejanza; sólo que nos dicen que pide cifras varias veces más altas que Seoane.

El Gobierno de ladrones se fue, pero sus hijitos andan libres montados sobre una patraña llamada chantaje.

* Ver también: Néstor despreciaba a Sabbatella por antiperonista, no por extrapartidario. La conexión Grassi

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