Por Sebastián Dumont.-

No podía ser más oportuna la decisión de los dirigentes peronistas de armar una lista de unidad justo el día que detuvieron a Lázaro Báez, emblema de la corrupción kirchnerista. Porque además, la decisión de dejar afuera a La Cámpora es lo mismo que decir que está relegada Cristina Kirchner. Con Jaime y Báez presos, el operativo de despegue del Frente para la Victoria de todos los dirigentes que acompañaron sin abrir la boca durante 12 años se aceleró notoriamente.

En una reciente nota, contamos que los cristinistas que aún sostienen la idea de que la ex presidente es quien conduce el movimiento, miran a Daniel Scioli como la única posibilidad real de mantener algún caudal electoral. Necesitan despegar lo más rápido posible de la mancha de tinta que se expande sobre el kirchnerismo con las noticias y confirmaciones de la corrupción, sólo destapada por unos pocos en la “década ganada”.

El ex gobernador bonaerense formará parte de la nueva conducción del PJ, que presidirá el sanjuanino José Luis Gioja. Ambos han hecho kirchnerismo ortodoxo, aunque no eran de los considerados puros. Es más, el caso de Gioja es visto como uno de los cerebros del operativo despegue de Diego Bossio, otro de los emblemas K.

Ahora, todos se apuran a sacarse de encima el lastre de haber formado parte del “modelo”. La gran pregunta es cómo funcionará la memoria de la sociedad argentina, que observa como un hecho inédito a personas tan cercanas al poder que intentó eternizarse, tras las rejas. Y faltan más aún.

Ahora, con estas detenciones, ¿cuántos peronistas irán a la marcha del 13 de abril para apoyar a CFK cuando declare ante Claudio Bonadío? Lo más probable es que el kirchnerismo quede reducido a lo que fue antes del 2003. Un muy pequeño grupo de aliados que provienen de sectores ajenos al peronismo.

Las muestras del desbande son muy elocuentes. Han comenzado en el senado de la provincia de Buenos Aires con la partición del bloque. Más tarde, sucedió en el orden nacional con el bloque que armó Bossio a instancias de Juan Manuel Urtubey. Y ahora se partirá en diputados de la provincia de Buenos Aires.

A eso se suma que otro emblema K como Sergio Berni quiere abrirse y buscar nuevos horizontes. Por ahora, su aún sospechada actuación en el caso Nisman actúa como repelente para sumar otros legisladores que se animen a formar bloque con él.

El momento de la política argentina es muy particular. En parte, cuando la sociedad decidió votar a Macri, lo hizo cansada de las maneras que mostró el kirchnerismo y de las suposiciones de corrupción. La actualidad no le da respiro. El caso de los Panama Papers hizo tambalear la confianza al nuevo mandatario.

El operativo para lavar su imagen en el peronismo arrancó de manera furiosa. La gran pregunta es si la sociedad tendrá esta vez la capacidad de tener bien presente una realidad: el 80 por ciento de los dirigentes peronistas avalaron el robo populista hecho por los K. Allí debieran levantarse también las mismas banderas que usufructuaron con los derechos humanos: verdad y justicia.

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