Por Guillermo Cherashny.-

Tardó doce años la ciudadanía en dejar de lado lo material y votar no sólo con el corazón, sino también con la razón. La realidad es que allá por 2007, la presidente ganó con el 46% de los sufragios y el principal motivo fue el bolsillo ajeno. El régimen, ya autoritario, había malgastado la baja del gasto público que propició Eduardo Duhalde en 2002 -40% en términos reales- a tal punto que en noviembre de 2007, después de ganar las elecciones y antes de asumir su mujer el control del Estado, Néstor Kirchner aumentó las retenciones de la soja a un 35%. Necesitaba más caja aún y, en marzo de 2008, cuatro meses después, con la suba de la soja, lanzó la Resolución 125, que generó la famosa “guerra del campo”, batalla que el matrimonio de Santa Cruz perdió rotundamente.

Por su parte, en 2009 perdieron Buenos Aires y varios distritos más. Sin embargo, el electorado se dividió en tres tercios. Luego de la derrota, volvieron las buenas cosechas y los buenos precios de la soja. En 2010, con la muerte de Néstor Kirchner, parecía el fin del ciclo kirchnerista pero todo se dio al revés; subió la popularidad de Cristina y en 2011 retrasó el dólar contra la inflación cercana al 30% y, dado ese escenario, la gente votó con el bolsillo, suministrándole el 54% de los votos y una clara victoria en primera vuelta, sin saber lo que podía ocurrir los próximos cuatro años.

Pasaron dos años de estancamiento y Sergio Massa logró dar el batacazo en 2013 y Mauricio Macri le generó dolores de cabeza a la presidente. En 2014, los dos líderes se separaron mientras los encuestadores halagaban la imagen de Cristina. Cada uno de ellos decía que la imagen de la mandataria iba creciendo mientras que los números del pasado domingo demostraron lo contrario.

Finalmente, lo que tenía que haber ocurrido algún tiempo atrás se vio reflejado en la última elección. El pueblo repudió el autoritarismo, la corrupción, la impunidad judicial y el atropello final contra la justicia a través de Alejandra Gils Carbó en la Procuración General y, por suerte, el pueblo dijo basta.

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