Por Carlos Tórtora.-

Eduardo Duhalde y su esposa Chiche acompañaron con entusiasmo el inicio de gestión de Alberto Fernández. Pero ambos se corrieron del oficialismo casi simultáneamente. El ex presidente lo hizo hablando de que están dadas las condiciones para un golpe de estado y ella renunciando a la comisión de notables que convocó el gobierno para la lucha contra el hambre, con el argumento de que la misma no funciona.

En una segunda andanada, Duhalde evocó el fantasma del 2001 señalando que Alberto Fernández está como Fernando de la Rúa. Alberto no respondió a estas críticas pero Santiago Cafiero intentó la vía de la descalificación diciendo que “Duhalde está mal, su familia lo tiene que cuidar”. Lo cierto es que éste, objetivamente, salió a ocupar un espacio hasta hoy sin líderes: la oposición peronista.

Con el pase de Sergio Massa al Frente de Todos, el Peronismo Federal quedó desarticulado y se redujo a Consenso Federal, con Roberto Lavagna y Juan Manuel Urtubey. Fiel a su estilo, Lavagna encabeza hoy una oposición sumamente moderada y que mantiene buenos lazos con el gobierno. En cuanto a Massa, su diferenciación existe a duras penas -por ejemplo, llama dictadura al régimen de Nicolás Maduro- pero no se atreve a disentir con la política económica. La realidad es que el espacio del Peronismo Federal quedó prácticamente vacante y allí es adonde parece apuntar Duhalde. Como es comprensible, el giro cristinista de Alberto debilita al massismo porque le quita margen al pluralismo en el Frente de Todos. Los que especularon con que Alberto haría equilibrio entre el cristinismo y los independientes se equivocaron. El presidente se ocupa ahora de complacer sin demora los deseos de su vicepresidenta y el kirchnerismo vuelve a ser monolítico como en otras épocas.

Pensando en Buenos Aires

Como es tradicional, el espejo de la crisis peronista es la provincia de Buenos Aires. Allí el aparato de La Cámpora se prepara para hacer ganar el año que viene sus listas en una veintena de municipios, dejando en minoría en los consejos deliberantes a los alcaldes del PJ. Éste sería el paso previo para desplazar masivamente a los intendentes del PJ en el 2023, consiguiendo así el kirchnerismo el objetivo que persigue desde el 2003: sustituir al principal aparato peronista del país. Si lo logra, Cristina Kirchner podrá adueñarse finalmente del PJ, ya que ninguno de los caudillos del interior, empezando por los históricos Rodriguez Saá, estaría en condiciones de frenar el avance K. En cuanto a Alberto Fernández, que podría construir su propia línea en el PJ, parece resignado a no hacerlo.

Entre líneas, las profecías apocalípticas de Duhalde parecen abrir el camino para un peronismo anti K, que encontraría su razón de ser en el fracaso, hasta hoy real, de la política económica de Alberto. La irrupción de una protesta activa que se expresa en un nuevo “que se vayan todos” le da un marco de viabilidad al peronismo disidente. Lo cierto es que por el momento, la voz solitaria de Duhalde es la única en el peronismo que presagia un rumbo económico de colisión.

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