Por Carlos Tórtora.-

Ayer empezaron a conocerse las primeras reacciones provenientes de consultores de EEUU, ante la ofensiva total del cristinismo sobre las candidaturas, tanto nacionales como provinciales, reacciones que profundizarían la primera impresión causada por la digitación por CFK de Carlos Zannini como candidato a vicepresidente y comisario político de Daniel Scioli.

Los análisis que es están actualizando en el norte parten de reconocer que la Argentina ingresó en la campaña electoral con una economía recesiva, con desocupación e inflación, con déficit fiscal y déficit en la balanza de pagos, con vencimientos de deuda externa del orden de U$S 70.000 millones en los próximos cinco años, con perspectivas de un aumento de tasas de interés externas y caída de los precios de los commodities, etc. Sin embargo, hay un factor central que impediría que esta realidad impacte más decididamente en el panorama electoral. Se trataría de que el indicador de que las cosas están mal es el precio del dólar. Desde enero del año pasado, el BCRA ha vendido U$S 5.673 millones para tenencia (mucho más que lo que lleva tomado del swap con China y que hay que devolver el año próximo). Eso y los controles del cepo cambiario han logrado mantener el “blue” con una brecha razonable y achicándose respecto del dólar. Esto le da al público una percepción falsa de estabilidad que a su vez impulsa cierto grado de conformismo electoral con el oficialismo. En este contexto, también influye la imagen monolítica del Frente para la Victoria, alineado bajo las férreas órdenes de CFK. Mientras tanto, la oposición, mediante actitudes plenamente democráticas, se une o separa según sus conveniencias particulares, lo que da una imagen de dispersión que la perjudica ante una sociedad que, después de doce años de vivir bajo el autoritarismo, se acostumbró a identificar la política con el ejercicio vertical del mando y no con la discusión y el pluralismo.

Un dato clave lo dan analistas que, estudiando la historia desde la Revolución Libertadora hasta ahora, concluyen que no ha habido en la Argentina un proceso preelectoral presidencial que generase incertidumbre (tanto por el resultado como por los efectos económicos posteriores) que no haya sido acompañado por una fuerte demanda de la reserva de valor. Por esto se estima que, a partir de julio y agosto, la fuerte demanda de divisas hará subir el precio del dólar, ante la eventualidad de un ajuste post electoral del tipo de cambio y se incrementaría también sustancialmente la remarcación de precios. Estos dos hechos pondrán en evidencia el estado real de nuestra economía. El efecto sería que las chances del FPV se reducirían.

Con las novedades de la semana que pasó, Daniel Scioli no sólo encontró su techo electoral sino que ese techo está expuesto a una baja sustancial. Los votantes, especialmente de la provincia de Buenos Aires, que pensaban que Scioli podía encabezar una transición no traumática del cristinismo hacia una forma moderada de gobierno, acaban de darse cuenta que votarlo es votar a más de lo mismo.

Alerta amarilla

Por otra parte, el anuncio de la candidatura de Zannini les cayó pésimo a los fondos de inversión, que apostaron a un cambio, en el cual la Argentina solucionase en forma negociada la deuda con los holdouts. Pensaban que si el país normalizara sus relaciones económicas externas, recibiría inversiones, disminuiría el riesgo país y entonces sería buen negocio comprar acciones de empresas argentinas exportadoras o comprar BODEN 2024, que rinden una tasa que es el doble o el triple que la que pagan Perú, Colombia o Chile. La adhesión incondicional de Scioli al cristinismo aventó esas expectativas y los operadores externos están ensayando una ingeniería financiera para desarmar sus operaciones con el menor costo posible.

La idea que hoy predomina en el exterior es que, con un triunfo del cristinismo en las elecciones, Argentina va a acentuar su política chavista. Esto coincide con que, en las últimas semanas, varias empresas de USA les han ordenado a sus filiales que remesen todos los dólares que puedan. Si bien hay controles, el Gobierno no puede controlar las transacciones vía “dólar cable”.

En síntesis, habría señales de que, antes de las PASO, el mercado cambiario podría alterarse significativamente, disparando un pico inflacionario. O sea que, en caso de acertar estos análisis, el 9 de agosto -en la instancia crítica de las PASO-la dupla Scioli-Zannini podría encontrarse con un frente de tormenta originado en el exterior pero que alteraría peligrosamente el humor del electorado, que en un alto porcentaje sigue comportándose con importantes niveles de volatilidad.

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