Por Carlos Tórtora.-

El gobierno no sólo consiguió cerrar el acuerdo con el FMI por un monto superior al esperado sino que va ganando -por lo menos hasta ahora- la batalla mediática. No sólo no aparece el oficialismo como lo que es, un gobierno cuya política económica fracasó, sino que presenta el ajuste que se viene como una operación fácilmente viable, cuando lo más probable es que estén a punto de desatarse conflictos difíciles de superar. La ecuación política de la reducción del gasto público que está por iniciarse ya muestras sus perfiles. Los gobernadores peronistas, con excepción del formoseño Gildo Insfrán, no se hicieron ver en la reunión del congreso nacional del Partido Justicialista realizada en las instalaciones de Ferro. A cambio de esta abstinencia partidaria y de la ausencia de toda crítica al gobierno, los mandatarios provinciales esperan quedar exceptuados del próximo ajuste al sector público. Por su parte, la CGT está en compás de deliberación hasta al martes, luego de que el gobierno le ofreciera un 5% de compensación por encima del 15 del techo de las paritarias, mientras los Moyano ratificaron el paro general de camioneros para el próximo jueves.

Es difícil que la débil cúpula cegetista pueda resistir las presiones de sus segundas y terceras líneas para sumarse a un paro general en la misma fecha.

En términos políticos, el retorno macrista al FMI genera un escenario propicio para el kirchnerismo como contrapropuesta. Y Cristina Kirchner tiene la ventaja de poseer la bandera anti-FMI. El problema se le presenta ahora sobre todo al peronismo moderado, que se expresa a través de tres figuras: Juan Manuel Urtubey, Sergio Massa y Miguel Ángel Pichetto. El gobierno necesita mostrar a éstos y a los gobernadores como la oposición racional que reclama el mismo FMI para darle sustentabilidad al acuerdo. Pero aparecer como el partenaire del gobierno en tanto el grueso del electorado peronista se opone a las condiciones que el FMI le impone a la política económica, implicaría un fuerte desgaste a pocos meses de que se largue la carrera presidencial del 2019. Los seguidores de Pichetto, Massa y Urtubey salieron bien parados de la crisis por las tarifas al conseguir que se sancionara la ley correctiva del tarifazo que Macri vetó de inmediato. Pero ahora los riesgos son mayores y quedar posicionados como garantes de la gobernabilidad ante el FMI podría tener un fuerte costo en las filas partidarias.

Un panorama en alguna medida parecido es el que se le presenta a la mayor recaudadora de votos del oficialismo, María Eugenia Vidal. Ésta ya ensayaría una estrategia comunicacional que la muestre más despegada del entorno presidencial. Para muestra basta un botón: al mismo tiempo que el gobierno empezaba a anunciar el acuerdo financiero, la gobernadora se sentaba en Roma a conversar con Francisco durante una hora y media, llevando en su comitiva a la ministro de Desarrollo Social Carolina Stanley y al jefe de gabinete bonaerense Federico Salvai. La extensión de esta charla da la clara impresión de que no se trató de una cuestión protocolar. Pocos días antes y coherentemente con esta audiencia, el pontífice designó como sucesor de Héctor Aguer al frente del Arzobispado de La Plata a Víctor Fernández, un hombre de su más estrecha confianza y de reconocida muñeca política.

De este modo sutil, Vidal se va diferenciando en la práctica del rumbo de Macri y su mesa chica. ¿Se prepara para asumir la precandidatura a presidente de Cambiemos ante un Macri que quedaría desgastado al máximo por el ajuste inminente? Esta es la hipótesis de máxima, siendo la de mínima que Vidal busque su reelección pero con un discurso centrado sólo en lo provincial. Algo muy difícil tratándose de la provincia de Buenos Aires.

Con un sesgo de optimismo difícil de compartir, el gobierno cree que con un segundo trimestre de fuerte ajuste en las cuentas públicas el primer trimestre del año entrante podría aflojar bastante y lanzarse Macri a la reelección con el mérito de haber achicado significativamente el gasto público.

Lo peor no llegó

Enfoques más realistas se inclinan por creer que estamos ante el inicio de tensiones sectoriales que van a gravitar en el cuadro político durante bastante tiempo.

Tampoco hay que dejar de mencionar al frente interno de Cambiemos. Con una supuesta mesa chica que sólo se reunió una vez con la presencia de Emilio Monzó y Ernesto Sanz, el macrismo quiso dar a entender que los aliados de Cambiemos empezaban a ser escuchados antes de que se tomen las decisiones. Las negociaciones con el FMI mostraron nuevamente la tendencia contraria y ni la UCR ni la Coalición Cívica fueron convocados a la mesa de los ministros del área económica que lidera Nicolás Dujovne.

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