Por Carlos Tórtora.-

La intervención judicial del PJ nacional no conmocionó al peronismo como sí ocurriera en otras épocas, cuando la posesión de la boleta electoral con el escudo partidario equivalía a contar con millones de votos. Desde el congreso nacional partidario de Lanús en diciembre del 2002, las cosas cambiaron profundamente. Por entonces, María Servini de Cubría legalizó la división interna del peronismo y dispuso que, ya que no había conciliación posible en las posturas de Carlos Menem, Adolfo Rodríguez Saá y Néstor Kirchner, cada uno compitiera por la presidencia con un sello partidario que no fuera el PJ. Luego, durante doce años el kirchnerismo privilegió al Frente para la Victoria haciendo que el electorado peronista se olvidara de visualizar al PJ en las lides electorales. Tal fue el desacostumbramiento que hoy las encuestas de intención de voto reflejan que la gente identifica candidatos peronistas pero no se ocupa de qué partido o alianza los postula.

No obstante esto, Servini le asestó un fuerte golpe a CFK al designar a Luis Barrionuevo, que es uno de sus enemigos más enconados en el peronismo. La estrategia cristinista pasaba por construir territorialmente por fuera del PJ pero manteniendo el control de éste. Ahora, ella se encuentra con que su viejo adversario Eduardo Duhalde, junto a Sergio Massa y tal vez hasta José Manuel de la Sota, sin excluir a Miguel Ángel Pichetto, hablan con un Barrionuevo que no se priva de decir que el kirchnerismo está fuera del PJ. Como consuelo, CFK puede contabilizar que no sólo los intendentes peronistas del conurbano sino también los gobernadores se sintieron amenazados por una intervención partidaria que está en condiciones a su vez de intervenir unos cuantos distritos en situación tanto o más irregular que el partido nacional.

Adelantando fechas

Pero el debilitamiento que Servini le produjo a Cristina tiene efectos de otra dimensión: los candidatos in pectore a la presidencia empiezan a ver que hay más espacio, es decir, las expectativas creadas por la aparición de un anti K como Barrionuevo. De ahí que, tomando como inicio de la temporada electoral la finalización del Mundial de Rusia, Juan Manuel Urtubey ya habría dado la orden de que le preparen una campaña de lanzamiento para no más allá de julio próximo. Aliado al menos transitorio del cristinismo, Alberto Rodríguez Saá volvería al ruedo por una tercera candidatura presidencial, con la esperanza de que Cristina finalmente dé un paso al costado o bien de asegurarse la postulación a vice si esto no ocurre.

Tercero -y también para mitad de año- Sergio Massa anunciaría su intención de ir por sillón de Rivadavia por segunda vez. Massa teme que su nuevo sistema de alianzas con los gobernadores y el Peronismo Federal de Pichetto terminen condicionándolo para disputar la gobernación bonaerense y, para evitar esto, dejaría en claro que prefiere el riesgo de una derrota contra Mauricio Macri antes que con María Eugenia Vidal.

Así las cosas, la intervención del congelado sello partidario habría disparado las ofertas electorales que estaban hasta ahora en stand by.

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