Por Carlos Tórtora.-

A tres semanas de las elecciones, la tendencia a un resultado semejante al de las PASO sigue firme. Por lo tanto, las expectativas del gobierno de dar vuelta el resultado se reducen hora tras hora. Uno de los síntomas más importantes de la situación es que Cristina Kirchner se llamó a silencio, lo que indica que toma distancia una vez más de lo que haga el gobierno. Lo curioso, para algunos suicida, es que el oficialismo no se priva de ninguna medida para irritar al electorado independiente, desde el apoyo a los mapuches rebeldes hasta el acto del 17 de octubre en Plaza de Mayo, protagonizado por Hebe de Bonafini y Amado Boudou. En lo económico, la centralidad de Roberto Feletti y del congelamiento de precios influye en las demás variables económicas. El lanzamiento de la campaña de La Cámpora contra el acuerdo con el FMI parece indicar que el kirchnerismo apunta a radicalizarse a partir del 15 N. La respuesta a la derrota sería profundizar el rumbo, preparándose para gobernar por decreto a partir de diciembre próximo, cuando perdería mayoría en las cámaras. El plan implicaría también terminar de limpiar lo que queda del albertismo en el gabinete nacional, imponiendo un gabinete cristinista. Los nombres de Matías Kulfas, Ministro de Producción, y Juanchi Zabaleta, de Desarrollo Social, suenan como eclipsados. Claro está que este proceso, la jibarización total del presidente, implicaría que la vicepresidenta se quede finalmente sin la excusa de que no le agrada el elenco de ministros. Siempre en esta hipótesis, el kirchnerismo desafiaría a Juntos por el Cambio a confrontar en el Congreso, acusando a la alianza opositora de practicar golpismo institucional. En la provincia de Buenos Aires se replicaría el esquema, ya que Axel Kicillof debería gobernar con minoría en ambas cámaras legislativas.

El diálogo impensado

Sin embargo, pese a que la profundización del rumbo es la alternativa más creíble, también el oficialismo emite señales contradictorias. El encargado de hacerlo es Sergio Massa, que anticipa un llamado al diálogo a la oposición para después de las elecciones. Cuesta creer que el tigrense avance en este sentido sin el aval de la vicepresidenta. ¿Cuál sería el sentido de este anuncio de una convocatoria al diálogo que jamás ocurriría? Cuesta creer que en un gobierno autoritario haya dos líneas políticas diferenciadas. El diálogo prometido por Massa va acompañado de versiones sobre la proximidad de Martín Redrado al Ministerio de Economía y un aceleramiento de la negociación con el FMI. Este giro de 180 grados de Cristina es una hipótesis poco creíble pero que también tiene sus seguidores. En síntesis, por algo el kirchnerismo duro deja que Massa prometa el diálogo.

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