Por Carlos Tórtora.-

El acuerdo entre el gobierno y el peronismo por el ajuste fiscal es la nueva encrucijada de la política nacional. Su importancia es tal que se proyecta sobre las próximas elecciones que parecen lejanas pero no lo son tanto si pensamos que prácticamente dentro de un año estaremos votando en las primarias. Una primera hipótesis es que Macri realice un ajuste exitoso y que la economía repunte en el primer semestre del año que viene. En ese caso, sus posibilidades de ser reelecto aumentan. Y luego están las variables. Si el peronismo racional acompañara el ajuste estaría de algún modo facilitando la reelección de Macri. Esta perspectiva parece asimilarse a la postura de, por ejemplo, Juan Manuel Urtubey. Éste acaba de hacerle un nuevo guiño al gobierno: en la Cumbre de Innovación Tecnológica realizada en Madrid, se fotografió con Barack Obama y dijo: “coincido con Obama acerca del rol de la oposición. Obstruir es hacerle pagar un rol demasiado alto a la democracia”. Ya hay quienes dicen que el gobernador salteño prefiere dejar pasar el próximo turno y que Cristina Kirchner agote su ciclo político perdiendo con Macri la elección presidencial. Esta postura influiría en algunos gobernadores, como el entrerriano Gustavo Bordet y el misionero Hugo Passalacqua, partidarios de no arriesgarse a una crisis de gobernabilidad chocando con la Casa Rosada y de preservarse adelantando las elecciones provinciales. No parece enrolarse en este bando Sergio Massa, que vio cómo disminuía su caudal electoral en las últimas dos elecciones (2015 y 2017) y está obligado a crecer en los próximos comicios para evitar una crisis terminal en su espacio.

En líneas generales, los peronistas racionales ven que el peligro de que un pacto con el gobierno está en el crecimiento que podría tener CFK como abanderada del no pacto. Además, hay síntomas de que en el justicialismo moderado hay dos vertientes: los que se animan al acuerdo con Macri y contrariamente los que ya dicen “mi límite es Macri” y se encaminan hacia un diálogo con Agustín Rossi, Axel Kicillof y otros cristinistas dispuestos a sentarse en la mesa.

Este revuelo interno del peronismo obedece al peso de una conclusión: puede ser suicida, a pocos meses de iniciarse la lucha electoral, sacarse la foto con un presidente que tiene grandes posibilidades de fracasar.

Esto sumado a que tanto el acuerdo con el FMI como la declaración de Argentina como mercado emergente no consiguieron motivar la confianza de los mercados y que se pronostica una corrida cambiaria por etapas. No se ve entonces por qué el acuerdo PJ-CAMBIEMOS debería ser un éxito.

Estos pensamientos abonan la segunda hipótesis y es que no haya un acuerdo con el conjunto del peronismo racional y que predomine en este sector la abstención.

Esta actitud de no compromiso implicaría obviamente la voluntad de poner en carrera a un candidato alternativo a la ex presidente. Massa acaba de dar un paso más en esa dirección al presentar una propuesta económica alternativa a la del gobierno, que es lo mismo que reclamar correcciones a la política económica que Macri no está dispuesto a hacer.

Adiós al PROperonismo

La intensa actividad de María Eugenia Vidal y Horacio Rodríguez Larreta como nexos con la dirigencia peronista tiene entonces una explicación elemental: ambos saben que CAMBIEMOS ganó en el 2015 con el aporte de muchos votantes peronistas que rompieron todo vínculo con el kirchnerismo. Ahora, el riesgo es que esos sectores recorran el camino inverso. Una reciente encuesta de Hugo Haime (publicada por este medio) da ganadora a Cristina en el ballotage.

Hasta pocas semanas atrás, los principales operadores de Vidal, el jefe de gabinete Federico Salvai y el ministro de gobierno Joaquín de la Torre, trabajaban para la construcción de una línea del peronismo bonaerense explícitamente comprometida con la gobernación. Hoy, la tensión social y el fracaso económico del gobierno hacen que esto sea prácticamente imposible. Los intendentes del PJ en el conurbano tienen en claro sus intereses y apoyan la gobernabilidad pero mantienen su cable a tierra apoyando a CFK como su conducción.

Para asegurarse su reelección, los barones peronistas siempre podrán, a último momento, repartir también boletas cortadas con Macri para presidente, Vidal para gobernadora y ellos para los cargos locales, de modo de captar votantes macristas además de los peronistas.

El ejercicio de realpolitik de la dirigencia bonaerense del PJ deja en claro hasta dónde el peronismo está dispuesto a comprometerse con el poder. Siempre hasta la puerta del cementerio pero de ningún modo cruzándola.

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