Por Carlos Tórtora.-

El plan para legalizar el aborto pasó a ser un verdadero test para Alberto Fernández y su equipo. El presidente electo arrancó tres semanas atrás con un pronunciamiento categórico a favor de la ley de despenalización, que incluyó la promesa de enviar un proyecto al Congreso. El lobby pro aborto entendió que el compromiso era inmediato, o sea, para el 2020, y asesores de Alberto relativizaron lo de las fechas. Luego vino el escándalo del Protocolo del Aborto de la Secretaría de Salud publicado en el Boletín Oficial y luego derogado a los apurones por Macri. El episodio concluyó con la renuncia de Adolfo Rubinstein y terminó de develar que el macrismo se propone, como oposición, levantar las banderas del antiabortismo.

La secuencia siguió con la aparición como candidato a Ministro de Salud del kirchnerismo, de un conocido abortista, Ginés González García. La cartera de salud saldría entonces de la esfera de influencia del gobernador tucumano Juan Manzur quien, vetado por Cristina Kirchner, no iría como ministro. Manzur, un católico maronita, trató entonces de imponer para Salud a su amigo Pablo Yedlin. Pero con el avance de Ginés se profundizó la ofensiva pro aborto y se llegó a hablar del envío inmediato de un proyecto al Congreso. Por último, un amigo y asesor de Alberto, el ex embajador ante el Vaticano Eduardo Valdez, dio la nota declarando que la ley de aborto es un hecho irreversible y que Su Santidad “lo va a entender”. No pudieron ser peor elegidas estas palabras, que dan la impresión de que Francisco debe adecuarse a las prioridades políticas de la Casa Rosada. La tensión con el Vaticano subió entonces de tono y era evidente que el error de Valdez no era fácil de arreglar. Dos días más tarde aparecieron trascendidos acerca de que los tiempos para tratar la despenalización en el Congreso no están definidos.

Improvisación

Así las cosas, lo que queda como saldo es que Alberto actuó con improvisación lanzándose en un tema delicado sin medir las consecuencias, que eran, por otra parte, obvias. Ahora tomó un compromiso con los sectores abortistas que éstos le recordarán todos los días y perdió asimismo libertad de acción al jugarse públicamente. En conexión con este tema está obviamente la posibilidad de que el Papa visite la Argentina en el 2020, hoy cada vez más reducida.

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