Por Guillermo Cherashny.-

El atentado contra la vivienda de Jorge Lanata consistió en que fue apedreada la garita de seguridad del inmueble, luego la de la Policía Federal y, finalmente, aparecieron casquillos de bala de un arma 38 en la puerta del inmueble ubicado en el barrio porteño de Retiro. Según la versión dada luego por el Secretario de Seguridad Sergio Berni, se trató de una pelea entre indigentes borrachos. Los cartuchos que aparecieron en la puerta del edificio y las roturas de la cabina de vidrio de la guardia del edifico serían una novela que nadie seriamente se la puede creer, ni siquiera el propio Berni ni Aníbal Fernández. La realidad es que el jefe de gabinete tiene tantos enemigos dentro del peronismo y del Frente para la Victoria que sacan número para voltearlo. En efecto, el ataque ocurrió y no fueron indigentes y tampoco el gobierno nacional habría tenido nada que ver. Según fuentes de inteligencia, uno de los principales enemigos políticos que tiene Aníbal F. habría utilizado una patota para efectuar el ataque sin dejar ninguna huella. El objetivo habría sido perjudicar aún más al quilmeño y esto se logró sin duda alguna. El martes a la noche, el jefe de gabinete dijo por televisión que no iba a hablar más del tema, pero ayer sostuvo que había sufrido fuego amigo y calificó a su rival Julián Domínguez de actuar con «mala leche», empezando de nuevo una discusión que la plana mayor del Frente para la Victoria quiere terminar. Esto motivó una carta irónica de Lanata que se hizo un festín con “la pelea de los indigentes”. Nuevamente, el oficialismo, en vez de solidarizarse con el periodista, lo atacó y dijo que fue una farsa o bien un autoatentado.

Con la credibilidad en contra

Lo cierto es que, cuando en la Casa Rosada descubrieron que el atentado contra el domicilio de Lanata fue en realidad fuego amigo, empezó el desconcierto y detrás de él la paranoia generalizada. Tampoco hay certezas en el oficialismo acerca de si Lanata entró a la Unidad 30 -Penal de General Alvear- con una autorización judicial o lo hizo “por izquierda”, a través del servicio penitenciario, debido a la gestión de un político oficialista. Poco seria es la versión de que Daniel Scioli y su ministro de justicia Ricardo Casal armaron la operación. Uno de los papelones más grandes lo está haciendo en Olivos la AFI, que no sabe explicar cómo alguien famoso como Lanata entró al penal para hacer un reportaje. El caso es que, desde el programa de Lanata del domingo, Aníbal Fernández no deja macana por hacer y hasta se olvidó de una reacción que era obvia: presentarse a la justicia como hizo en su momento Francisco de Narváez cuando fue acusado por Horacio Verbitsky de estar vinculado al tráfico de efedrina. Tampoco repudió categóricamente el ataque a Lanata. El problema ahora está en que el inconsciente colectivo cree verosímiles los testimonios de Martín Lanatta y de José Luis Salerno. Esto aunque Aníbal Fernández no tuviera nada que ver con el triple crimen.

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