Por Carlos Tórtora.-

La relativa calma que reina en Comodoro Py, seguramente motivada por la convicción de los jueces de que es mejor no interferir en la campaña electoral, no excluye que se esté negociando la fecha de elevación a juicio oral y público de la causa Ciccone, cuyo principal imputado es el vicepresidente Amado Boudou. El juez federal Ariel Lijo se reunió con varios de sus colegas para comentarles que, al menos técnicamente, el juicio podría iniciarse en noviembre próximo. La idea habría sido rechazada inmediatamente por los magistrados que la escucharon. Es que, en caso de llegarse a un ballotage que se celebraría en la tercera semana de noviembre, el espectáculo mediático que configuraría el caso Ciccone le daría pie al gobierno para montar una importante escenografía electoral. En un final disputado voto a voto, la presidente podría apelar al recurso de denunciar -otra vez- una conspiración judicial para facilitarle el triunfo a Mauricio Macri.

Por otra parte, no se descarta que Boudou, que por ese entonces sería aún presidente del Senado, se oponga a ser juzgado hasta que termine su mandato, lo que podría hacer que el juicio comience con su ausencia.

Un regalo para cualquier nuevo presidente

En definitiva, que el juicio oral y público del caso Ciccone podría comenzar en febrero próximo. De este modo se convertiría en el primer proceso notable a la era K y el leading case para el futuro. Es obvio que, en el contexto justicialista, Boudou ya ha sido abandonado por la dirigencia en su conjunto; sin embargo, no hay que subestimar la capacidad del vicepresidente de defenderse mediante acusaciones de distinto tipo y que enloden a más de un alto funcionario kirchnerista. Etiquetado como la María Julia Alsogaray del kirchnerismo, Boudou no estaría dispuesto a ser el chivo expiatorio de Daniel Scioli o Mauricio Macri, ante una opinión pública que estaría profundamente enervada al conocer qué cara le saldrá la fiesta de la década K. Scioli en lo personal tiene una buena relación con él, pero no le vendría mal un juicio oral de la magnitud de Ciccone, que sería un formidable entretenimiento que ningún presidente recién asumido -y tapado de problemas-puede darse el lujo de desperdiciar. En caso de que el presidente sea Macri, éste podría exhibir el juicio a Boudou como una verdadera prueba de que su gobierno está dispuesto a no convalidar la corrupción cristinista.

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