Por Carlos Tórtora.-

El indiscutible impacto destructivo que está teniendo el caso López en las filas de la dirigencia kirchnerista habrá que ver en qué medida se traslada al caudal electoral de CFK en Buenos Aires, que muchos encuestadores estiman en el orden del 25%, más que suficiente como para salir segunda y alcanzar una banca en el Senado Nacional el año que viene. Si se concretara el derrumbe electoral del kirchnerismo, Sergio Massa y no el PRO sería el primer beneficiado, ya que empezaría a recoger los grupos que se vayan fragmentando del tronco K. En menor medida, Florencio Randazzo también cosecharía lo suyo. En cambio, Daniel Scioli poco podría progresar: jamás se diferenció de Cristina y su imagen quedó deslucida y sin muchas alternativas.

En otras palabras, que cualquiera haya sido el factor que decidió montar la escenografía de la detención de López en el convento de General Rodriguez, lo que objetivamente está provocando es el crecimiento del peronismo moderado y racional: el adversario más peligroso para el gobierno hoy por hoy. En caso de ser Massa candidato a senador, son pocos los que creen que Elisa Carrió o Jorge Macri le puedan ganar. Para el macrismo, salir segundo en Buenos Aires equivaldría a tener que cogobernar con el tigrense, con un debilitamiento más que obvio del poder presidencial.

¿Quién pulso el botón?

Ante estas perspectivas, algunos imaginan juegos audaces .Por ejemplo, que la pieza electoral más fuerte que posee el gobierno, María Eugenia Vidal, aparezca en escena disputando la senaduría nacional, pidiendo licencia como gobernadora. El radical Daniel Salvador quedaría entonces a cargo de la gobernación. Se trata de una mera hipótesis que expresa la gravedad del problema que enfrenta el oficialismo. Claro está que todo esto cambiaría 180 grados en caso de que Massa diera un paso al costado y no se candidateara. Pero esto es cada vez más dudoso, en la medida en que las condiciones lo van favoreciendo.

Objetivamente, a Macri y Carrió les convenía continuar fogoneando la polarización con CFK, escenario que el caso López deteriora en alguna medida.

En los términos de la política nacional, siempre se suele interpretar que una gran movida de la justicia federal siempre se origina en la Casa Rosada. Esto, en la actual relación entre el PRO y los jueces federales, no siempre está tan claro.

¿Teme el macrismo que las organizaciones territoriales cristinistas -con eje en La Matanza- desaten un estallido social y entonces se intentó desarticular esta trama a través del caso López? Es una posibilidad, desde el momento en que en las últimas semanas dirigentes ultra- K hablaron de “resistencia urbana”. Por supuesto que en el trasfondo de todo esto está presente el jefe real de la oposición en la Argentina, que es el Papa Francisco. El golpe recibido por la Iglesia por la historia oficialista de monseñor Rubén di Monte y el uso del convento como depósito de los fondos de la corrupción hablan por sí solos. La justicia venía siguiendo de cerca los pasos de López desde varios meses atrás. Que se lo haya detenido con las cámaras encendidas, arrojando bolsos a través de la medianera del convento, es algo que no parece casual.

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