Por Carlos Tórtora.-

El ballotage porteño de hoy tendrá trascendencia en el proceso electoral nacional, fundamentalmente por dos factores. El primero es que, si Martín Lousteau consigue confirmar los pronósticos de una serie de encuestas y se ubica a 10 puntos o menos de Horacio Rodríguez Larreta, habrá conseguido perturbar los planes de Mauricio Macri. Éste pensó en principio en construir su candidatura a presidente sobre la base de dos triunfos: la conquista de la gobernación de Santa Fe y una victoria aplastante en la Capital. El primero no se dio y el segundo quedaría bastante limitado. Claro está que la menor potencia del PRO en relación a lo esperado no afectaría que Macri termine polarizando en la primera vuelta con Daniel Scioli. Es que Sergio Massa quedó desestructurado en buena parte del país y con un marcado retroceso en Buenos Aires. Más abajo en los números, Margarita Stolbizer parece lejos de estar satisfecha con su armado electoral. Razones tiene: su aliado Hermes Binner irá con boleta corta para senador nacional, sin llevarla a ella para presidente, lo que le restará en Santa Fe una gran cantidad de votos.

El segundo factor que le da trascendencia a la elección de hoy es que, si a Lousteau le va bien aun sin ganar, significa que en una eventual segunda vuelta entre Scioli y Macri, el voto opositor podrá converger pese a las obvias incompatibilidades existentes entre macristas, peronistas anti-K, radicales, progresistas etc. Aun cuando la Capital es un distrito atípico, el rejunte de Lousteau, que va desde el cristinismo ortodoxo hasta Elisa Carrió, demostraría que, en situaciones de definición extrema, pueden votar los mismo sectores que en nada más coinciden. Un mal indicador para CFK, que tendría así la prueba material de lo peligroso que puede llegar a ser un ballotage contra Macri, sobre todo si éste suaviza, como tiene previsto hacer, sus gestos antiperonistas y convoca a todos los que estén dispuestos a ponerle punto final a la década K.

El gobierno está enfrentando por ésta y otras causas tal vez las tres semanas más críticas del año: necesita que el 9 de agosto Scioli y Carlos Zannini orillen el 40% de los votos, para lanzar de inmediato la campaña mediática instalando que el Frente para la Victoria “ya ganó” la primera vuelta. Esto partiendo del supuesto de que Macri no alcanzará a ubicarse a menos de 10 puntos de Scioli.

Muy cerca del objetivo

La ya desenfrenada carrera del oficialismo por sustituir jueces vía su mayoría automática del Consejo de la Magistratura (Luis Cabral) o quitándole las causas críticas (el fallo de la Sala I de la Cámara de Apelaciones desplazando al juez Claudio Bonadío de la causa Hotesur), estaría sincronizada con los plazos electorales. La presidente estaría convencida de que si el FpV -pese al alza del dólar y al estancamiento económico influido por la recesión de la economía brasileña- consigue arrimar al 40% en las PASO, la justicia recibiría un mensaje sumamente convincente. En la lógica kirchnerista, que se impuso en el país desde el 2003, la expresión de la soberanía popular está muy por encima del funcionamiento del sistema republicano. O sea que si Scioli se ubica a un paso de ganar en primera vuelta, tanto la Corte Suprema como las salas de la Cámara Nacional de Casación y de las cámaras federales de apelaciones, entenderían que carecen de respaldo político para ir contra la ley de subrogancias, la reforma procesal penal y el avance de la Procuradora General Alejandra Gils Carbó para controlar el Poder Judicial. A juicio del cristinismo, un muy buen resultado en las PASO se convertiría entonces en el arma para desmantelar la resistencia judicial y obligarlo a Ricardo Lorenzetti a llamarse a cuarteles de invierno. Esto es, que dilate hasta la declaración de inconstitucionalidad de la ley de subrogancias. A favor de este plan oficialista está el hecho de que, por múltiples motivos, entre ellos el temor a los carpetazos que puede producir la AFI (sucesora de la SIDE) tanto Macri como Massa no hacen del avasallamiento a la independencia judicial la principal bandera de sus campañas. Sus consultores coinciden en que ambos deben mantener el discurso de una campaña fría, sin reaccionar demasiado ante los atropellos del gobierno. Jaime Durán Barba lo teoriza explícitamente al plantear que la sociedad busca nuevos liderazgos no agresivos, lo que implica hasta evitar reacciones fuertes y asumir siempre el rol de víctima del poder. El lunes pasado Macri consiguió revalidarse como perseguido por el poder. La sala I de la Cámara Federal resolvió desestimar un planteo de su defensa que requería que fuera sobreseído en el caso iniciado por la intercepción ilegal de llamadas telefónicas a numerosas personas. Pese a que el juez Sebastián Casanello decidió no llevarlo aún a juicio oral, el líder del PRO seguirá siendo investigado.

La decisión, que representa un revés para el precandidato a presidente apenas iniciada la campaña electoral por las PASO, se adoptó en un fallo dividido. Los camaristas Jorge Ballestero y Eduardo Freiler rechazaron el recurso, mientras que Eduardo Farah votó por aceptar el pedido de la defensa del funcionario. En su voto, Ballestero y Freiler sostuvieron que «el argumento vertido por la defensa en cuanto a que se impone el dictado del sobreseimiento de su asistido como consecuencia de que la pesquisa se encuentra concluida, no puede ser admitido».

«La garantía constitucional invocada por la defensa de Macri no es tal, por lo que el temperamento dictado por el juez de grado resulta ajustado a derecho», añadieron los jueces en referencia al rechazo de Casanello al primer pedido de sobreseimiento.

Farah, en cambio, opinó que «toda la información que previamente se estimó necesario colectar, consta ya en la causa». A su entender, «han sido suficientemente documentadas las pruebas relevantes sobre los hechos y, en ese contexto, la posición del juez de esperar la producción de un pedido de informes al extranjero resulta arbitraria».

En realidad, el Jefe de Gobierno debe agradecerle el fallo a Freiler y Ballestero. Si se hubiera impuesto la postura de Farah, Massa, Stolbizer y otros se hubieran regodeado acusándolo de recibir los favores de los camaristas más consecuentes con la Casa Rosada. O tal vez fue precisamente Cristina la que decidió, con este fallo, que se potenciara la polarización con el PRO.

Volviendo al campo de batalla donde el 9 de agosto se definirá casi todo, la confianza kirchnerista descansa no en las encuestas sino en la diferencia que hay, sobre todo en el conurbano, entre la intención de voto y lo que efectivamente ocurre en las urnas. Efectivamente, Massa estaría en Buenos Aires por encima de los 20 puntos y Macri 3 o 4 puntos más abajo. Pero tanto, el PRO -como el massismo- no tiene ya posibilidades, por la enormidad de la tarea de organización y la escasez de tiempo, de cubrir con fiscales propios todas las mesas. Por ejemplo, las 9.000 de la Tercera Sección Electoral, con 1.700.000 electores, un poco menos que la Capital Federal. Es más, los seguidores del tigrense sólo alcanzaron a presentar listas en 85 de los 135 partidos que componen la provincia. Esta diferencia impresionante en materia logística entre CAMBIEMOS y UNA con el FpV puede marcar una diferencia de votos extra importante para Scioli. Ya todos saben que habrá robo masivo de boletas de la oposición, más voto cadena y ciertas maniobras durante el recuento provisorio en las muchas mesas donde ni Macri ni Massa tengan fiscales. A la inversa de lo que ocurrió en el 2009, cuando Néstor Kirchner encabezó la lista para diputados nacionales y fue derrotado por UNIÓN-PRO, y en el 2103, cuando Massa ganó brillantemente, ahora el kirchnerismo está mejor parado en el terreno. El peligro que corre de perder el poder y ser enjuiciado es un incentivo poderoso. No obstante ello, la desesperación de muchos intendentes del PJ para ser reelectos los vuelve proclives a ciertos arreglos locales para colocar algún que otro concejal propio en las listas de CAMBIEMOS y UNA y hasta puede haber un pequeño porcentaje de corte de boleta. Los barones del conurbano saben que si Julián Domínguez y Fernando Espinoza le ganan la PASO a Aníbal Fernández y Martín Sabbatella, ellos tendrán un paraguas para reconstruir un PJ local no controlado por el cristinismo. Pero si ocurre lo contrario, el progresismo se instalaría sólidamente en la gobernación y tanto La Cámpora como sus socios de izquierda se plantearían como objetivo barrer con la vieja guardia de intendentes en los próximos cuatro años.

Por algún motivo poderoso, tal vez la necesidad de empezar a contar con algo de poder territorial propio, Scioli abandonó su neutralidad casi obsesiva y se jugó por Domínguez y Espinoza. Si ganan Fernández y Sabbatella, y él llega a presidente, ni siquiera contaría con el apoyo de su propio distrito. Sería, por lejos, el presidente electo más débil del que se tenga memoria.

Por último, se dice que en el ánimo presidencial se suceden los arrebatos de euforia y de angustia. La baja en votos del kirchnerismo en la Capital y Córdoba ciudad la tendría sumamente preocupada. En este ir y venir, se tomarían precauciones para el peor de los casos: perder una segunda vuelta. La semana pasada, disimulada entre una mudanza anticipada de objetos familiares que hasta se publicitó en los medios, la presidente habría ordenado trasladar a un lugar desconocido docenas de cajas conteniendo documentación contable de las empresas familiares, entre ellas Hotesur, que se encontraban en una oficina de la residencia de Olivos.

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