Por Carlos Tórtora.-

Un complejo conjunto de factores está colocando al Frente para la Victoria al borde de alcanzar el 40 por ciento en las PASO del próximo 9 de agosto. De ser así, Daniel Scioli -que se impondría a Florencio Randazzo- estaría a un paso de ganar en primera vuelta, consiguiendo el objetivo central del gobierno: evitar un ballotage sumamente peligroso con Mauricio Macri. Hasta ahora, los resultados de las PASO marcaron una fuerte tendencia que definió los resultados de las primeras vueltas. Con el dólar anclado y ciertos indicadores del consumo en alza, Axel Kicillof creería que la gente irá a las urnas en el medio de un clima de veranito económico. En lo que hace a la batalla por el control del Poder Judicial, el kirchnerismo se ve enormemente beneficiado en términos electorales no sólo por la semiextinción del caso Nisman. En este rumbo, colocó las cosas el informe de la junta médica: los doce peritos oficiales, opinión a la que adhirió el perito Mariano Castex aportado por la defensa del empleado informático Diego Lagomarsino, la muerte de Nisman fue un suicidio y tuvo lugar en una franja horaria que va desde el domingo al mediodía hasta la tarde. Las piezas encajan con la paralización de la ofensiva anticorrupción de los fiscales que organizaron la masiva convocatoria del 18 F. La clave mayor, sin duda, es el silencio del juez federal Claudio Bonadío, confirmado recientemente por la Cámara de Casación, a cargo de la causa Hotesur. Pero el magistrado no ordenó nuevas medidas en el expediente y, sobre todo, no concretó el pedido de declaración indagatoria a Máximo Kirchner, tema que obsesiona a la presidente. El fiscal de la causa, Carlos Stornelli, tampoco pide la indagatoria en cuestión. Stornelli fue Ministro de Seguridad de Scioli y en los últimos tiempos conversó varias veces con él, que lo tiene en cuenta para un alto cargo si llega a presidente. La pax judicial que tanto favorece al gobierno es, sin embargo, unilateral. Las causas contra la corrupción oficial se van paralizando pero el gobierno no dejó para nada de embestir contra la Corte Suprema, en este caso tratando de forzar la renuncia de Carlos Fayt, utilizando ilícitamente para ello a la Comisión de Juicio Político de Diputados. El veterano jurista les habría comentado recientemente a varios de sus allegados que piensa resistir en su cargo hasta que tenga garantías de que su renuncia no será usada para que el gobierno avance en el control del tribunal, por ejemplo mediante un acuerdo con la UCR para que Ricardo Gil Lavedra reemplace a Eugenio Zaffaroni y León Arslanián a Fayt.

Esta súbita paralización de los conflictos que atormentaban a la Casa Rosada está directamente relacionada con la influencia que proyecta el Papa Francisco sobre los centros de poder locales. El hecho de que éste no haya recibido al presidente de la Corte Ricardo Lorenzetti -hoy enfrentado con CFK- es más que elocuente. La política del Vaticano tiene necesidades estratégicas que cubrir. El próximo 19 de septiembre, Bergoglio aterrizará en La Habana, en una visita histórica que, coordinada con la política del Departamento de Estado, encaminaría el futuro del deshielo entre el régimen de los Castro y el mundo democrático. Para entonces, los ojos del mundo estarán puestos en la gira del Sumo Pontífice y, si la Argentina estuviera en plena convulsión, su imagen quedaría dañada. De ahí que la marcha de un pacificador como Scioli hacia la Casa Rosada encaje a la perfección con los intereses del Vaticano.

En esta convergencia de factores para que el FpV liquide a la oposición en las PASO, el campo sindical es el que más desentona.

El sindicalismo opositor ratificó el paro del 9 de junio en reclamo de la modificación de la escala del Impuesto a las Ganancias y advirtió que si el Ministerio de Trabajo decidiera no homologar aumentos salariales por encima del 27 por ciento que acordó la CGT oficial, «no va a ser un paro pasivo». Parece obvio que el endurecimiento de Kicillof con los gremios tiene que ver con la percepción de que el oficialismo no perdería demasiados votos en esta confrontación.

El desgaste opositor

Con el proceso electoral funcionando como un plano inclinado hacia Scioli, el macrismo se está quedando corto de tiempo para solucionar sus problemas más críticos. El primero, la carencia de un aparato electoral competitivo en Buenos Aires, que podría costarle cerca de 20 puntos de diferencia en contra con el Frente para la Victoria, o sea unos 2 millones de votos difíciles de descontar con las ventajas que el PRO saque en Capital, Santa Fe y tal vez Córdoba. La batalla que en los últimos meses libraron Macri y Massa para hegemonizar la representación de la oposición trajo un alto costo para ambos. El tigrense luce como el perdedor, porque lidera un conglomerado de dirigentes salidos de las filas K, que están emprendiendo la vuelta a su viejo hogar. Pero el triunfo de Macri puede ser pírrico, porque se quedó sin tiempo suficiente para solucionar su debilidad en Buenos Aires y la mayor parte de las provincias chicas depende casi por entero del aparato de la UCR. Una pregunta difícil de responder es si Ernesto Sanz podrá garantizarle al jefe del PRO que lo seguirá la masa de los votantes radicales. Esto dependerá en buena medida de cómo funcione la primaria entre Sanz y Macri. Si éste acentúa su diferenciación con algunas posturas tradicionales de la UCR, podrían migrar muchos votos hacia la candidatura de Margarita Stolbizer, lo que debilitaría al PRO.

La realidad es que el nuevo cambio del escenario electoral que se dio en las últimas semanas no es menor. Antes, los análisis giraban en torno a lo que ocurriría en un probable ballotage. Ahora, la pregunta central es qué tan cerca está el oficialismo de alzarse con el triunfo en la primera vuelta.

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